sábado, 4 de noviembre de 2017

El poema de Longzhou de Guy Girard

Caligrafía y pintura de Huizong

Una de las satisfacciones que nos da la actualidad surrealista de los últimos años es la aparición más o menos regular de los pequeños folletos poéticos –o impregnados siempre de poesía– que se autoedita Guy Girard en Saint-Ouen. El otoño de 2017 nos trae nada menos que el número 20, que con el título de Le poème de Longzhou, se une estrechamente al anterior Poème de Tucheng y a otras derivas orientales como André Breton en China o Trois poèmes coréens, todo ello aparecido en esta informal “serie”.
El poema de Longzhou comienza con el canto del gallo, “viejo hijo de la luz”, escuchado por el viajero, y acaba con la explosión de risa de Lü Dongbin, uno de los ocho inmortales. Pero aún hay espacio para tres sueños “chinos”. El primero refiere un encuentro con el emperador del siglo XII Huizong, famoso tanto por su ineptitud política como por su finura taoísta de poeta, pintor, calígrafo y músico; presto para huir hacia el exilio, Huizong lo que más lamenta es tener que abandonar, más que todos sus tesoros, “su fabulosa colección de piedras de sueño”. En el segundo, el poeta y sus amigos, al pasar las aduanas chinas, han de presentar sus documentos enrollados en el interior de unas botellas de cristal. Por último, en un restaurante le sirven “una gruesa carpa cuya cabeza es la de una serpiente todavía viva y una tortuga hervida de caparazón translúcido”.
Como habitualmente, el cuaderno de Guy Girard viene realzado por un frontispicio de Pierre-André Sauvageot.
guy.girard10@sfr.fr