domingo, 19 de junio de 2016

Poesía surrealista en Cuba

Pese a haberse publicado en Valencia de España hace dos años, solo ahora tuve noticia de este muy importante librito dedicado a la poesía surrealista cubana. En un trabajo aparecido en el número 7 de Derrame, Vicente Jiménez anunciaba el título Las claves prometidas –proyección de surrealismo en la poesía cubana contemporánea, que se ha convertido finalmente en esta Memoria del surrealismo en Cuba, editada por Aduana Vieja.
Vicente Jiménez nació en Cuba en 1936 y reside en los Estados Unidos desde 1962. En la introducción, liquidando bellamente el discurso académico, escribe: “El autor se autoproclama surrealista en su visión del mundo y especialmente del arte, por lo que, como investigador y crítico, nunca pretenderá ser objetivo ni imparcial. Para él no hay poesía mayor que la poesía surrealista en cualquier idioma”.
A ello se añade, en la consecución de un libro invalorable, el hecho de que Vicente Jiménez formó parte de la aventura surrealista cubana, por lo que ha conocido a muchos de los nombres de que se ocupa, dando de ellos una información apasionada y de primera mano.
Gina Pellón, Método mecánico en forma de mariposa,
1976, col. privada, Noruega
Su obra se limita a la poesía, pero en la introducción enumera una serie amplia de artistas cubanos surrealistas o de huella surrealista, que van de su exponente capital, o sea Jorge Camacho, a nombres circunstanciales, pasando por figuras de notable relieve surrealista como Gina Pellón, Joaquín Ferrer, Roberto García York, Agustín Cárdenas o Jesse Fernández, lo que da sin duda para otro bello libro.
Al haberlos conocido en los años 50, Vicente Jiménez sitúa óptimamente a cada uno de los escritores tratados en su turbulento contexto cubano. Estos nombres son, en sus respectivos capítulos, Juan Breá y Mary Low, Nivaria Tejera y Fayad Jamís, José Antonio Baragaño, Fernando Palenzuela, José Antonio Arcocha, Carlos M. Luis, Jorge Valdés Ramos y Walt Jiménez. Que el sentido crítico de Vicente Jiménez es acerado y rigurosamente surrealista, lo muestran, por poner un ejemplo, las palabras con que cierra su artículo sobre Fayad Jamís: “A pesar de su gran poesía, por la que le he incluido en este estudio, no es posible llamar surrealista a quien escribiera tan incisivamente por la libertad y no obstante por tantos años se postrara al servicio de la tiranía”.
El volumen contiene al final el texto de Baragaño “¿Por qué la poesía?”, escrito en 1960, y una fascinante entrevista de Floriano Martins a Fernando Palenzuela, que aunque publicada en Agulha en 2006, es todo un acierto incluir aquí. Este soberbio poeta profundiza aquí en una serie de cuestiones decisivas, desde los recuerdos de muchacho y el encuentro con Arcocha y Baragaño hasta su visión de la poesía, pasando por las observaciones sobre Lezama y sus acólitos, la crítica a los muchos que se aprovechan del surrealismo para luego denostarlo o ningunearlo (de estos he conocido yo a unos cuantos) o las circunstancias en que Octavio Paz no se atrevía a colaborar con los escritores no castristas por no ser ello en la altura “políticamente correcto”, como diríamos hoy. En la entrevista, Fernando Palenzuela dice: “El surrealismo es para mí, en última instancia, una forma de sentir la vida, de ver la realidad, un estado de ánimo por encima de cualquier expresión literaria o artística”.
El trabajo de Vicente Jiménez es de extrema importancia, ya que supone una visión certera, y prácticamente definitiva, de lo que ha sido el surrealismo en Cuba. Ojalá alguien con sus mismos criterios afronte la vertiente plástica, que en el surrealismo nunca puede disociarse de cualquier otra, y de la que él mismo ofrece los mojones principales e ineludibles. Se dan en sus páginas también pistas bibliográficas muy útiles, como sobre todo las que en la página Banda Hispánica de la red antologizan a Arcocha, Baragaño o el propio Palenzuela.
Este libro, en fin, es un ejemplo de lo que siempre ha debido hacerse en los estudios geográficos del surrealismo, y de lo que raramente se ha hecho.