martes, 5 de mayo de 2015

“The Annual”, n. 1 (2)

Difícil es comenzar una reseña de este fantástica revista-objeto, ya que aquí no hay otra ordenación que la dispuesta por el azar a cada vez que la manejamos. Pero empecemos por los nombres de los editores, Allan Graubard y Paul McRandle. Del primero son diez poemas breves y en versos cortos, que Rik Lina ha pasado a arte caligráfico, recordándonos el libro-objeto con Miguel de Carvalho Palavras-tinta, preciosa muestra de poesía visual publicada en 2009, aunque allí, curiosamente, la caligrafía era de Miguel de Carvalho (así como los textos), y de Rik Lina las ilustraciones y el diseño.

A. Graubard/R. Lina

Por su parte, tres textos de Paul McRandle se ven acompañados de sendos collages de Gregg Simpson: Locus Solus, Hashish y Cave of the mandarins, a los que se suma en la cubierta Vimana. El título del cuaderno señala el principal motivo de los textos: Ill wind, que nos hace pensar en un viejo estándar jazzístico que tuvo versiones de Clarence Williams, Art Tatum, Maxine Sullivan, Benny Carter, Coleman Hawkins, Ben Webster, Billie Holiday (la más conmovedora), etc. El fondo de Locus Solus, en cambio, me retrotrae a los años en que yo vagabundeaba, a pie y a bordo, por la impresionante línea férrea portuguesa del río Tua, encajada entre acantilados, y hoy sumergida por una presa destinada a satisfacer las monstruosas apetencias tecnológicas de las sociedades actuales. Imagino que la vieja locomotora se dirige hacia los parajes del maestro Canterel:

G. Simpson/P .McRandle

Se agradece encontrar en The Annual a tres veteranos nombres que en 1978 ya estaban unidos, cuando, junto a Ted Joans, publicaron Free-for-all: Valery Oisteanu, John Digby y Bill Wolak. De John Digby es un “poema encontrado”, dedicado a la memoria de Sami Rosenstock, o sea Tristan Tzara. El “poema” lo encontró en un libro decimonónico de mecánica, y no es sino una propaganda, si entiendo bien, de unos martillos cubiertos de amianto (“asbestos-packed cock”), creando un efecto hilarante la polisemia de la palabra “cock”. Tzara como destinatario es sin duda el Tzara de sus primeros tiempos dadaístas, con la feliz burla que entonces se hizo de la mecanización creciente. En la cubierta, los collages intervienen sobre una severa imagen, con efectos también de altos vuelos humorísticos, o no fuera John Digby uno de los grandes maestros del collage.

John Digby, Changeling, I y II

De Valery Oisteanu, en brillante hoja suelta, es el colorido “digit-collage” Erótica New York, donde, sobre un fondo de noche vangoghiana, la ligereza de mujeres que seducen, danzan o llevan a los firmamentos a un afortunado animal masculino (todo muy época Marqués de Sade), contrasta con la pesadez de un tonto astronauta de la Nasa. Erótica New York está cara a cara con el poema “The jazz of sex in flight”, y ambos deben recortarse para, pegados, usarse como un abanico, cuyo mango se adjunta.

Valery Oisteanu, Erótica New York

La cubierta del cuaderno de cuatro páginas de Bill Wolak, titulada El gran consuelo (los amantes se van a la cama, en imagen desdoblada), continúa la atmósfera erótica dieciochesca. En el interior, otro collage (En la sala de los pasos perdidos) y un poema de rigor moral: dejemos de mezclarnos con tanto granuja que nos rodea y nos contagia, y abracemos el amor “con la impaciencia del viento y el fuego”, para convertirnos en un río que transporta las cosas al mar.
David Coulter, 2014
Un sobre negro sellado con lacre del mismo color, incluye varias sorpresas, como nuevas postales surrealistas. Son dibujos, fotos, collages, de Jean-Pierre Paraggio (La memoria del mar. Homenaje), Richard Waara (una de sus cubomanías: Riendas de alcanfor), Miguel de Carvalho (dos fotografías), Raman Rao (una de sus “ventanas accidentales”), Jon Graham (Deslumbrante condensación de imágenes en palabras), David Coulter (que seleccionamos para acompañar este párrafo sobre el sobre negro, como podríamos haber seleccionado cualquiera de las otras imágenes, aunque también porque un personaje tan educado y elegante no merece quedarse sin saludar a nuestros lectores) y Kathleen Fox (La causa no fue manifiesta). Para la imaginación todo es posible, y el surrealismo es quien hace flamear en el mundo actual la bandera de la imagen poética, desde luego que muy por encima de la negra o de la roja a que algunos quieren reducirlo.
Las llamas policromas de la imaginación poética son las de El sueño de Theodora, hermoso poema de Beatriz Hausner, dentro de un sobre esta vez blanco lacrado en rojo, como rojo es el hilo que ata las tres páginas en papel transparente. Una belleza de poema, rematado por una frase inmensa que por asociación nos conduce a la colaboración entre Will Alexander y Byron Baker, pequeña muestra del libro paralelo de próxima aparición The codex mirror.
El sueño es el objeto de la colaboración de Thom Burns, quien refiere uno particular, para reflexionar sobre el “sueño lúcido” y las limitaciones de la distinción freudiana entre contenido latente y contenido manifiesto.
David Nadeau, 1752
David Nadeau ofrece uno de sus “emblemas”, Niebla, que acompaña un poema de L’émeraude charnelle, publicado en 2011. A la izquierda vemos otro de los emblemas de Nadeau, queriendo en este caso recordarme los cuadros que los grupos excursionistas portugueses solían poner en las tabernas, con motivos populares cuya conjugación daba a veces un resultado genial de surrealismo involuntario.
“Pantano” es la colaboración entre William A. Davison y Sherri Lyn Higgins, quienes, con Kerry Wright Zentner, iniciaron en 2003 el proyecto de dibujo colectivo North Mutator. Recordemos que Davison, músico, inventor de instrumentos, pintor y poeta, creó en 1984 el proyecto de exploración automática Recordism, en 1991 el de Song of the New Erotics y en 2000 el de Six Heads, habiendo publicado en 2005 los poemas de A seance in a bathtub. Tanto él como Sherri Lyn Higgins aparecen en La chasse à l’objet du désir.

W. A. Davison y S.Higgins, Swamp
“Nada resiste mejor al Progreso que un buen pantano”, escribe Peter Lamborn Wilson, dándome por tanto ganas de trasladarme a uno de ellos. En su texto crítico, evoca las viejas “junglas” de los “hoboes” y no deja de aludir a Nuestra Señora la Ciencia, que “siempre congenia con el Poder y el Dinero” –siempre, o sea tanto en el siglo XIX y en el XX como en lo que va de XXI de la abominable cronología cristiana, que nadie parece desear quitársela de encima. Esta combinación de crítica y poesía que hace aquí Peter Lamborn Wilson es magnífica. No tenía referencias de él, y si Peter Dubé es un nombre de Hydrolith, tampoco las tengo de Rainer Hanshe y Genese Grill (de nuevo una alianza de texto e imagen) ni de Jordan Zinovich (que ata a un mechón de cabellos a una página en que la vieja Baba Yaga aparece convertida en una voluptuosa mujer de 30 años).
The Annual, aunque sin hacer uso de la palabra, es una nueva expresión del surrealismo como movimiento imparable, obstinada negación del miserabilismo reinante y expresión de un lujo que el surrealismo siempre ha querido expresar, porque es el único lujo que amamos y que nada tiene que ver con los lujos ya denunciados por Rousseau: el lujo de la poesía.