miércoles, 27 de mayo de 2015

Sheila Legge


Sheila Legge es un nombre famoso del surrealismo, ya que el mediodía del 11 de junio de 1936 fue ella quien irrumpió en Trafalgar Square con la cabeza completamente cubierta de rosas rojas, encarnación del “fantasma surrealista del sex appeal” que venía a presentar la magna exposición internacional surrealista londinense. El impacto en la prensa fue enorme.
Poco o nada más se sabía de ella, pero ahora Silvano Levy, a quien se deben tan importantes publicaciones sobre Conroy Maddox y sobre Desmond Morris, le ha dedicado un pequeño libro, muy bien editado por Dark Window Press: Sheila Legge. Phantom of surrealism.
Tras indagar sus orígenes familiares, Silvano Levy cuenta cómo la bellísima Sheila Legge fue a París para ser modelo de Man Ray, quien le hizo un retrato dibujístico incluido luego en La ballade des dames hors du temps, libro publicado en 1970 junto al texto bretoniano de 1934.
La inspiración de la cabeza floral la encuentra Silvano Levy en tres obras dalinianas de aquel mismo año, y sobre todo en Primavera necrofílica, pero es en Max Ernst donde ya aparecían unidas la idea del fantasma y la de la cabeza sustituida.
Sheila legge (dcha.)
Entre las varias fotos de Sheila Legge que reproduce el libro, hay una viendo El último viaje del capitán Cook, de Roland Penrose, otra sentada en el grupo de surrealistas (es la que vemos aquí, en un detalle junto a Eileen Agar) y otra en la inauguración de la exposición, con la pierna artificial (la idea original era llevar en una mano la pierna y en otra una chuleta de cochino, pero el calor de aquel día lo impidió).
Solo se conoce de ella un texto, larga prosa automática que apareció en el número de diciembre de 1936 de Contemporary Poetry and Prose, la revista de Roger Roughton abierta al surrealismo. Este texto lo traduce Michel Remy en su preciosa antología del surrealismo inglés, Au treizième coup de minuit.
Un capítulo dedica Silvano Levy a las amistades surrealistas de Sheila Legge, que fueron sobre todo Penrose, Roughton, Gascoyne, Mesens y Paul Nash. En este capítulo hay otra sorprendente fotografía periodística: la de las admirables extremidades inferiores de Sheila Legge (¡cómo es  posible que se las llame “inferiores”!), bailando, con dos pinturas surrealistas, la del muslo un cadáver exquisito que empieza un velero y acaban unos labios sonrientes y la de la pierna una figura demoniaca digna de un viejo libro de magia negra.
Desgracias personales y un fantasma no poético sino siniestro, o sea la guerra, condujeron luego a Sheila Legge al existencialismo, vía Kierkegaard, pero también con la lectura de esa gruesa nulidad llamada El ser y la nada. Sheila Legge murió de una pulmonía en 1949, cuando solo tenía 37 años, pero este meritorio libro de Silvano Levy nos la hace resurgir en sus tiempos de gloria, dejándonos de ella una imagen encantada.