miércoles, 27 de mayo de 2015

Rik Lina, &c



“Selva tropical. Canto de pájaros” es el título de la exposición de Rik Lina en Águeda, Portugal, hasta el 31 de julio.


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Paul Cowdell, Merl Fluin y Patrick Hourihan dan una muestra del juego del cumpleaños de Lautréamont, con tres retratos de los “imaginarios seres de naturaleza angélica”, en la página del Surrealist London Action Group:

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Se celebran en San Francisco dos exposiciones importantes. Una es la dedicada a Kurt Seligmann, su primera retrospectiva en Estados Unidos, sobre la que damos el siguiente enlace:
La otra se titula “Science in surrealism”, y a través de obras de Victor Brauner, Max Ernst, Frantisek Janousek (trabajos en papel de los años 30), Marcel Jean, Roberto Matta, Gordon Onslow-Ford, Wolfgang Paalen, Kurt Seligmann, Yves Tanguy y Remedios Varo, aborda el interés de estos surrealistas por la ciencia, en especial la física cuántica y la teoría de la relatividad. El catálogo lleva un ensayo de Gavin Parkinson, el autor del espléndido libro Surrealism, art and modern science, 2008. (De Gavin Parkinson hay en español un gran trabajo, “La historia natural del surrealismo”, publicado en 2003 en el catálogo de la galería Guillermo de Osma Surrealismos, con el interés sobre todo de haber derribado a grandes trazos los tópicos sobre la ciudad y la naturaleza que se repiten mecánicamente al hablar del surrealismo.)

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José Hernández, cartel de Nazarín, 2005

En Valencia tiene lugar la primera exposición antológica dedicada a José Hernández tras su muerte, hace dos años. En 1981, este artista, tan influido por el surrealismo, afirmaba que para él el surrealismo era “una forma de comportamiento, una ética”.

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En la galería  Loin-de-l’Oeil (Gaillac, Austria) tiene lugar, hasta julio, la retrospectiva de Edgar Jené “Le rêve du rêve”. Esta es la ilustración de la hojilla de inauguración.

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Acaban de publicarse las cartas de Guy Debord a Marcel Mariën: Lettres à Marcel Mariën, con cinco inéditas.
Y de aparición inmediata, en Jean-Michel Place, es un libro con los 51 dibujos que hizo Robert Desnos en la época de los sueños hipnóticos.

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Un enlace de interés:

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Y una cita de Roman Telerovsky:
“La actividad surrealista no puede ser el remedio para el mundo colapsado actual, ni un manual de cómo vivir. En su posición minoritaria, el surrealismo es una alternativa que tiene el poder de inspirar –nada más y nada menos”.

London Surrealist Group

Aunque apareció en 2012, solo recientemente, tras leer la lista de novedades del último número de Phosphor, he podido obtener esta importante publicación del London Surrealist Group, titulada The overflowing milkmaid with curved feet y distribuida por lulu.com. En Phosphor se preguntaban si el grupo se encuentra dormido o ya desapareció, y lo cierto es que sus últimas noticias en la red son de diciembre de 2013.
El director de la publicación (“editor” como dicen los anglosajones) es Timothy B Layden, y los participantes, aparte él, son Darren Thomas, Dimitri Antorka-Pieri, Gillian McIver, Jane Sparkes, Jazzman John Clarke, J.J. von der Heydt, Lilo Topchev, Martin Marriott, Megan Jones, Philip Kane, Ronnie McGrath y Stuart Inman.
The overflowing milkmaid with curved feet es una recopilación de exploraciones y aventuras del grupo, cuyo tema central es la analogía y que se sitúa bajo el signo tarótico del Loco, aunque también, desde el inicio, en un dibujo de Layden y en un poema común de textos recortados, se nos aparece Alicia, por lo que no nos alejamos en demasía del más reciente y también colectivo Alice, the looking glass threw.
El primer trabajo no es el más feliz, ya que Gillian McIver, al hablar del “Estado de lo surreal en el cine contemporáneo”, sigue la costumbre ya molesta de buscar surrealismo en lo que más le gusta a cada uno, que en su caso es el hinchado Ken Russell; sí se justifican, en cambio, los comentarios sobre Jan Svankmajer y sobre una película underground inspirada en Los cantos de Maldoror, aunque de esta no tengo yo ni idea. (Al margen, se dice de Russell que “tiene en común con muchos de los surrealistas franceses, belgas, checos y latinos el ser católico”, lo que debe referirse si acaso a que tuvieron una primera educación católica, ya que es imposible ser a la vez católico y surrealista. Dicho así, es de una confusión absoluta).
Jane Sparkes, En el torbellino
Quien más me ha gustado de esta antología es Jane Sparkes. En un bello texto, refiere sus primeros encuentros con el surrealismo, al descubrir a Dalí y Magritte, pero en seguida con la lectura de The stain de Rikki Ducornet y luego de Nadja, Arcane 17 y los Manifiestos. Una delicia es el relato de su búsqueda de “monstruos” por Londres (“Monster safari”), acompañado de fotos de sus trofeos –y por cierto que en la contraportada de este libro-revista hay un mapa de metro londinense donde los nombres de las estaciones son Alice, Ithell Colquhoun, Jan Svankmajer, Jean Benoît, Karel Teige, Ubu, William Blake, Charlie Mingus’s Cat, Toyen, Merlin, Toussant Louverture, Melmoth the Wanderer, André Breton, Benjamin Péret, etc. También son propuesta suya dos juegos: el de la frenología, a partir de la idea de las analogías entre las facultades de la personalidad clasificadas en la cabeza humana por aquella vieja teoría y las características inconscientes de un área urbana (en este caso los alrededores del castillo y la catedral de Rochester Kent, por lo que se ejemplifica lo que en el almanaque Lo que será quedaba limitado a las reglas del juego), y el de la libertad del Loco, que ella presenta en el texto “Tarot analógico” y que acompañan distintas imágenes de este arcano. En consonancia, suyos son cuatro collages del tarot (“Los amantes”, “El ahorcado”, “La emperatriz” y, por supuesto, “El loco”).
De Stuart Inman hay dos contribuciones valiosas, una dedicada a la analogía, apoyándose sobre todo en esos dos grandes textos que son “Signo ascendente” de André Breton y “Escándalo de rostro tan secreto” de Nora Mitrani, y otra sobre la “(in)comprensión” del surrealismo, donde se ocupa de las discrepancias entre los grupos surrealistas y de los abundantísimos  “estudiosos” del surrealismo, de los que dice no sin gracia que “hay estudiosos y estudiosos, y todos no son estudiosos, algunos son idiotas y fraudulentos, algunos son decentes pero aburridos y algunos son en verdad muy buenos, pero no dejan de ser estudiosos”.
Añádase de Philip Kane “Revolución erótica: un manifiesto” y de Martin Marriot “Cómo hacer escritura automática”. Este trabajo, que viene acompañado de unos dibujos de sueño de Dimitri Antorka-Pieri, comienza hablando de la tradición aborigen australiana, aún viva, de la pintura en las rocas, y refiere una anécdota sabrosa: al preguntarle un antropólogo a un guía por qué se había puesto a pintar en una piedra en que los colores ya estaban desvaídos, este le respondió: “Yo no estoy pintando. La pintura la está haciendo la mano del espíritu”. Martin Marriot alude en su artículo a la “borrachera de liberación” que fue el descubrimiento del automatismo para los surrealistas de los años 20, aunque ello es extensible a cualquier época del surrealismo.
Destaquemos también un comic de Timothy B Layden en que aparecen los globos completamente vacíos y la presentación detallada de un pionero del surrealismo británico: Alfred Hicklebaum, estudioso de las artes mágicas que ya cultivaba el automatismo en los años 20, se carteó con Breton, Péret y Éluard y no quiso participar en la exposición londinense de 1936 porque había demasiados oportunistas. Esto hace pensar en el Surrealist London Action Group de 1958, del que hay tan nulas referencias como de este supuesto “pionero”, pero no parece que estemos ante nuevos capítulos de la enciclopedia Da Costa...
The overflowing milkmaid with curved feet se cierra con el apoyo dado en 2012 por los surrealistas a Angye Gaona, reproduciendo su poema “El volcán habla”. Por supuesto, en la publicación abundan los dibujos colectivos, collages y textos automáticos. Hay también frases a los lados de las páginas y una “Oda a Sun Ra” por Ronnie McGrath. En conjunto, una fiesta de surrealismo explosivo.

Megan Jones, Dream boat

Sheila Legge


Sheila Legge es un nombre famoso del surrealismo, ya que el mediodía del 11 de junio de 1936 fue ella quien irrumpió en Trafalgar Square con la cabeza completamente cubierta de rosas rojas, encarnación del “fantasma surrealista del sex appeal” que venía a presentar la magna exposición internacional surrealista londinense. El impacto en la prensa fue enorme.
Poco o nada más se sabía de ella, pero ahora Silvano Levy, a quien se deben tan importantes publicaciones sobre Conroy Maddox y sobre Desmond Morris, le ha dedicado un pequeño libro, muy bien editado por Dark Window Press: Sheila Legge. Phantom of surrealism.
Tras indagar sus orígenes familiares, Silvano Levy cuenta cómo la bellísima Sheila Legge fue a París para ser modelo de Man Ray, quien le hizo un retrato dibujístico incluido luego en La ballade des dames hors du temps, libro publicado en 1970 junto al texto bretoniano de 1934.
La inspiración de la cabeza floral la encuentra Silvano Levy en tres obras dalinianas de aquel mismo año, y sobre todo en Primavera necrofílica, pero es en Max Ernst donde ya aparecían unidas la idea del fantasma y la de la cabeza sustituida.
Sheila legge (dcha.)
Entre las varias fotos de Sheila Legge que reproduce el libro, hay una viendo El último viaje del capitán Cook, de Roland Penrose, otra sentada en el grupo de surrealistas (es la que vemos aquí, en un detalle junto a Eileen Agar) y otra en la inauguración de la exposición, con la pierna artificial (la idea original era llevar en una mano la pierna y en otra una chuleta de cochino, pero el calor de aquel día lo impidió).
Solo se conoce de ella un texto, larga prosa automática que apareció en el número de diciembre de 1936 de Contemporary Poetry and Prose, la revista de Roger Roughton abierta al surrealismo. Este texto lo traduce Michel Remy en su preciosa antología del surrealismo inglés, Au treizième coup de minuit.
Un capítulo dedica Silvano Levy a las amistades surrealistas de Sheila Legge, que fueron sobre todo Penrose, Roughton, Gascoyne, Mesens y Paul Nash. En este capítulo hay otra sorprendente fotografía periodística: la de las admirables extremidades inferiores de Sheila Legge (¡cómo es  posible que se las llame “inferiores”!), bailando, con dos pinturas surrealistas, la del muslo un cadáver exquisito que empieza un velero y acaban unos labios sonrientes y la de la pierna una figura demoniaca digna de un viejo libro de magia negra.
Desgracias personales y un fantasma no poético sino siniestro, o sea la guerra, condujeron luego a Sheila Legge al existencialismo, vía Kierkegaard, pero también con la lectura de esa gruesa nulidad llamada El ser y la nada. Sheila Legge murió de una pulmonía en 1949, cuando solo tenía 37 años, pero este meritorio libro de Silvano Levy nos la hace resurgir en sus tiempos de gloria, dejándonos de ella una imagen encantada.

martes, 19 de mayo de 2015

Los amigos de Alicia


En 1982, Édouard Jaguer festejaba el 150 aniversario del nacimiento de Lewis Carroll, “creador de Alicia en el país de las maravillas y de La caza al snark”, con una amplísima exposición dedicada al surrealismo en tierras británicas, que tuvo lugar en la galería 1900-2000. Título: “Les enfants d’Alice”.
En 2013, John Richardson y John Welson decidieron celebrar el 60 aniversario de la publicación en lengua galesa de Alicia en el país de las maravillas con un juego en que participarían algunos “amigos de Alicia” surrealistas, dispersos por el mundo.
El catálogo de la exposición parisina (Peinture surréaliste en Angleterre. 1930-1960) se abría con citas de Aragon, Breton, Benayoun y Mabille. En su texto, el Aragon de 1929, tras señalar cómo el libro de Lewis Carroll apareció a la vez que Los cantos de Maldoror y Una temporada en el infierno, se preguntaba por el paradero de la libertad humana en unos años de especial auge represivo del capitalismo británico, para responder que “residía toda entera en las frágiles manos de Alicia, donde la había colocado aquel curioso hombre”. La cita la retoman Richardson y Welson para “estos oscuros tiempos”, en que el surrealismo no puede sino continuar sin tregua su “exploración de lo maravilloso”.
Ya en 2014, Dark Window Press, la editorial de Neil Coombs, ha editado Alice, the looking glass threw, que recoge, en unas 70 páginas, los 21 collages de Richardson y Welson seguidos por las respuestas de sus amigos. Los collages se inspiraron en Alicia en el país de las maravillas, y fueron elaborados por el procedimiento de irse alternando sus intervenciones en cada uno, hasta darlo por acabado. La mayoría son collages-pinturas, y muchos cuentan con elementos comunes, que migran de unos a otros.
"Respuesta" de Zdenek Piza
Las “respuestas” a las 21 imágenes de Richardson y Welson son de tenor muy variado. Por lo que se refiere a los textos, hay quien las comenta todas, yéndose de las breves frases de Pete Overton y el propio John Richardson a las largas prosas de Paul Goodman y Michael Richardson. Kathleen Fox y Kenneth Cox eligen un solo collage (Cox imagina el encuentro en un callejón de un vagabundo y Diógenes), y Wedgwood Steventon y Merl Fluin se limitan a unos cuantos. Rik Lina y Neil Coombs optan por hablar de Alicia o hacer un comentario de la serie, el segundo con un amplio ensayo (“La certeza del fetichismo”) y Rik Lina evocando un lugar caribeño conocido por los buceadores como “Alice in Wonderland”, y hoy ya destruido por la lepra turística.
Las imágenes a veces intervienen sobre alguno de los 21 collages, como hacen Josef Bubinek y Vaclav Pajurek, o se prefiere una nueva, caso de Vladimir Kubicek, Arnost Budik, Lubomir Kerdnl, Josef Kremlacek, Jan Wolf y Zdenek Piza (con dos usos de la calcomanía, más un dibujo de ojos styrskyanos), que puede hasta ser anterior al propio juego, como si se tratara de una imagen predestinada. En colaboración tenemos a Welson con Josef Bubenik, y también con Rik Lina y Gregg Simpson.
Como se apreciará, muchos de los nombres son del grupo checo Stir Up. En la portada, que reproducimos, se ha procedido a fundir  la contribución de Jan Wolf con una pintura de 1989 de Rik Lina, titulada Damballah.
Estamos ante un librito espléndido en todos los aspectos, lleno de redes de sentido, que se une a una serie de publicaciones colectivas que en los últimos muy cercanos tiempos –2014 y lo poco que va de 2015– revelan toda la pujanza del surrealismo: Lo que será, Analogon, A Phala, Salamandra, Hydrolith, Phosphor, Patricide, La chasse à l’objet du désir, The Annual... Nuestra amiga Alicia no puede sentirse más satisfecha.

Uno de los 21 collages de Welson y Richardson; el azaroso nombre
de Beth Va inspira el texto correspondiente de Paul Goodman

Suzel Ania/Jean-Claude Charbonel



Hasta el 3 de junio, en la biblioteca de Plouagat, se celebra una exposición de collages, cajas y digigrafías de Suzel Ania y Jean-Claude Charbonel. Las dos imágenes que ilustran la invitación a la inauguración hacen temer lo mejor; digo temer por la desgracia de no poderla visitar sino algunos afortunados entre los que no me encuentro, y digo lo mejor porque tanto Suzel Ania como Jean-Claude Charbonel están entre los nombres más señeros y entrañables de un surrealismo que nunca ha dejado de exaltar lo maravilloso frente al circundante reino de la prosa y la cochambre.

Una antología de la poesía surrealista portuguesa


En México acaba de publicarse, en las Ediciones del Lirio, La serpiente carnívora, antología de poesía surrealista portuguesa que ha seleccionado y traducido Rodolfo Mata. Cuenta la selección con el apoyo de Perfecto E. Cuadrado, autor del libro ya clásico A única real tradição viva. Antologia da poesia surrealista portuguesa, aparecido en 1998.
Los poetas presentes son Mário Cesariny, Carlos Eurico da Costa, António Dacosta, Mário Henrique Leiria (de quien procede el título), Fernando Lemos, António Maria Lisboa, Alexandre O’Neil, Pedro Oom, António Pedro, Risques Pereira, Alves dos Santos, Cruzeiro Seixas y Marcelino Vespeira, cerrándose el libro con unos cadáveres exquisitos verbales y un extenso y magnífico “texto poético” de Ernesto Sampaio. Se echa en falta a Isabel Meyreles, y también que no se haya salido de las fechas de siempre, no habiendo referencia alguna al grupo actual de Coimbra.
La presentación la hace Carlos Pineda y es de una irrelevancia absoluta, aparte los chismes sobre Breton en México, la distinción entre un “surrealismo construido” y un “surrealismo de escritura automática”, la matraquilla sobre la música y el surrealismo y la alegre creencia en un surrealismo que escapa de “la dictadura” de Breton. Sin novedad en el frente mejicano.
El traductor –óptimo– está más afortunado en su introducción, que titula “El surrealismo portugués: una voracidad sensual del existir”, aunque tenga el lapsus de José Maria Lisboa y, tras hablar con todo rigor del surrealismo en Argentina, Chile, Perú y Brasil, esgrima los nombres de Lorca y Aleixandre como representantes del surrealismo en España (Lorca nunca tuvo una palabra de estima por el surrealismo, y Aleixandre, del que decía Alejandra Pizarnik que era “casi tan tonto como Alberti” –igualarlo pertenece al mundo de lo imposible–, hasta escribía “superrealismo”).
Esta es una útil publicación, para quienes no conocen una de las pocas lenguas bellas del mundo civilizado.

martes, 12 de mayo de 2015

“A Phala” y el “Arco de Eros”

Este nuevo almanaque de A Phala, impreso por lulu.com, tiene como temas “la ruptura inaugural y el cuerpo/la transgresión”, del mismo modo que el de 1967 tuvo los de “la mano mágica y el andrógino primordial” y el de 2013 “la imagen explosiva y el retorno por lo salvaje”. El conjunto tiene como siempre el sello de su director, Sergio Lima (generosidad extrema por su parte es haber puesto mi nombre como codirector de la publicación, cuando mi intervención no ha ido más allá de haber sugerido algunas colaboraciones).
La “ruptura inaugural” alude, evidentemente, al tract de 1947, y es que Sergio Lima, como nosotros en esta misma página, ha advertido la importancia crucial del ensayo de António Cândido Franco Notas para a compreensão do surrealismo em Portugal, aparecido en 2012, y que venía a demoler por completo la habitual desvalorización que los medios académicos –y a veces incluso algunos del propio surrealismo– han hecho del período posterior a la guerra. Resulta excelente ver a Sergio Lima señalar los hitos que suponen un completo relanzamiento del movimiento surrealista, y que se abren con la exposición de 1947 y Rupture inaugurale, hasta llegar a la exposición “Eros” de 1959, o sea a un momento en que él propio Sergio Lima iniciaba la aventura definitiva del surrealismo en tierras brasileñas. Es este período el que él llama “Arco-do-Eros”, dada la importancia que el erotismo asume de manera firme. Algunos momentos decisivos de este “nuevo surrealismo” que toma una actitud diferente con respecto al fenómeno político mas sin nunca bajar la guardia (más bien al contrario, ya que la lucidez es mayor), son las conferencias de René Alleau, el Almanach surréaliste du demi-siècle, el ensayo de Breton “Del surrealismo en sus obras vivas”, el “Noyau de la comète” de Péret, L’art magique con su amplia encuesta, las incorporaciones de Duprey y Rodanski, los libros de Cirlot y Bellmer, la relación con Chazal, la antología de Pellegrini y la estancia parisina de Cesariny y Lisboa. En su editorial, Sergio Lima combate finalmente las dos “falacias” del surrealismo “tardío” y el surrealismo “francés”, que de vez en cuando aún siguen apareciendo en plumas (cada vez más) indocumentadas.
Un collage de Alex Januário, titulado Collage es el signo atemporal del deseo, resulta óptimo como apertura, actualizando a La Révolution Surréaliste en un bello conjunto caótico donde vemos a Toyen, a Breton y a Péret junto a imágenes eróticas y esotéricas Es la revolución surrealista no ya de 1924 sino de 2014, como pronto lo será de cien años después.
Un largo ensayo de Sergio Lima desarrolla el editorial, buscando los antecedentes de 1947 en una serie de textos bretonianos: el Discurso sobre lo poco de realidad; la exhortación de 1930 “a una ocultación profunda del surrealismo frente a la vulgarización, o incluso ya frente a los medios de propaganda y del mercado, hoy llamados medios de comunicación”; el manifiesto con Trotsky; los Prolegómenos a un tercer manifiesto del surrealismo o no; y, por supuesto, Arcane 17, obra ahora mismo homenajeada por el surrealismo en el País de Gales. Especial relieve adquieren aquí las notas sobre la mal comprendida reivindicación hermética del surrealismo, tan radicalmente antirracionalista y antirrealista (por suerte, mantenida en todo su vigor por los checos y eslovacos, sin los cuales al panorama del surrealismo actual le faltaría una nota que yo juzgo por completo esencial). Sergio Lima elige cinco publicaciones como “marcos de los cambios”, publicaciones que tuvieron para su descubrimiento de la imagen especial significación: el número 4 de la revista Médium, Les douze clefs de la philosophie en edición de Canseliet, L’érotisme de Bataille, L’anatomie de l’image de Bellmer y L’art magique. Bellas imágenes de la Érotique de l’alchimie, de Élie-Charles Flamand, son reproducidas y comentadas. Al nombrar la presencia parisina de Mário Cesariny y de António Maria Lisboa, Sergio Lima alude a Ossóptico, del segundo, y a A cidade queimada del primero. El admirable libro de Cesariny me entusiasmó tanto cuando lo compré en Lisboa en 1979 (había sido editado en el 77, con Titânia), que le hablé a Cesariny de traducirlo yo, llevándome la sorpresa de que me lo desvalorizó, no mostrándose ya interesado por él.
Siguen un buen texto de la portuguesa Maria Luisa Falcão Murta sobre Cirlot (casualmente, ella se puso hace algunos años en contacto conmigo para que le enviara una tesis que sobre la poesía de Cirlot yo había dirigido) y un artículo de 1963 de Ernesto Sampaio que presenta Antônio Cândido Franco, quien también escribe unas “Bodas alquímicas” con Sampaio y su mujer, la actriz Fernanda Alves, como protagonistas de un acto único cuyo diálogo se adecua primorosamente al paradigma esotérico de este número de A Phala. Aún reconociendo que es un buen ensayista y fue un óptimo divulgador del surrealismo en Portugal, no le tengo muchas simpatías a Ernesto Sampaio desde que, en el año 1987, leyendo el Diário de Lisboa, me topé con un lamentable artículo suyo contra “el pathos portugués”, ataque a la “filosofía de la saudade”, Camões, Pessoa, Sá-Carneiro, António Nobre y otros, aunque sin incluir al mayor saudosista de todos, Teixeira de Pascoaes, obviamente para no despertar las iras de su amigo Cesariny. O sea, cuando tenía que estar denunciando la masacre a que los siniestros hombres de acción estaban sometiendo a la tierra y al pueblo antiguo de Portugal (para más inri, como sicarios del capitalismo europeo), él prefería inscribirse en la vieja cruzada contra el fatalismo lusitano. Lo irónico del caso es que este enemigo de la saudade acabó dejándose morir de ella cuando un triste fado le arrebató a su Fernanda –a quien, por lo demás, dedicó un libro estremecedor.
Un delicioso texto antiperruno de Léo Malet (como engañar a los estúpidos perros feroces) abre un dossier sobre esta figura incomparable. Sergio Lima me hace el honor de incorporar el único capítulo, dedicado a Malet, de mi proyectado libro Los grandes refractarios, pese a que está incluido en Caleidoscopio surrealista, y le da una presentación exquisita, como si apareciera en el semanario de los años 20 Le Petit Journal Illustré. Pero hay mucho más: poemas, fotos, collages y prosas como “Fisonomía de las calles”, de 1942, en que se enumeran nombres de tiendas y cafés encabezados por “À la Promenade de Vénus”, donde se vendrían a reunir los surrealistas... veinte años después. Este dossier se cierra con el estupendo collage-homenaje de Pierre-André Sauvageot y se continúa de modo apropiado con el texto de Guy Girard “Momentos de lo maravilloso”.

André De Dienes, fotografía

Sergio Lima reflexiona sobre el cuerpo y la transgresión en un magnífico ensayo dedicado al fotógrafo húngaro André De Dienes, para mí una revelación y de quien encontramos un derroche de imágenes eróticas de una potencia asombrosa. De Dienes coincidió además con los surrealistas en la fascinación por las muñecas kachinas, incluso en los años en que las descubrieron Max Ernst y André Breton. Sergio Lima estudia cuatro de sus series fotográficas de los años 50 y 60: la de los movimientos, la de los espejos (que creo permiten una aproximación a las distorsiones de Kertész), la de los collages y la de las metamorfosis.
Rik Lina, Body
Voluptuosidad es la palabra que mejor define las posiciones y los ademanes de las hermosas mujeres que fotografía De Dienes, por lo que transitamos plácidamente a la siguiente sección, en que aforismos de Malcom de Chazal, el gran teórico de la voluptuosidad, acompañan soberbios dibujos y collages de Rik Lina, en total 17 “efigies de orgasmo”, incluido un dibujo-frottage y un Homenaje a Bellmer.
Renzo Margonari, otro de los artistas indesplazables del surrealismo, dialoga, con sus cuatro Mariposas camufladas de flor (acuarela y lápiz), con las cuatro Mariposas de carne (lápiz, carbón, pastel seco, tinta china) de Leandro Santos, miembro del grupo surrealista brasileño. Siguen unas “anamorfosis” de dos nombres para mí nuevos: Paulo Gaspar Ferreira y Antonella Gandini, la segunda, italiana, presentada y entrevistada, y el primero participante en la exposición brasileña del libro-objeto y el no-libro. Estas asociaciones tan del gusto de Sergio Lima, prosiguen con un trío de fotógrafos: Javier Gálvez, Günther Blum y Francis Tondeur, cuyas imágenes son respectivamente tituladas “Fotos prohibidas”, “Unpublished” y “Homo erectus”.
Este primer tomo –aún no he visto el segundo– concluye con un dossier dedicado a la exposición de Montreal “La caza al objeto del deseo”, con fotos que no conocíamos y que dan buena idea de tan importante evento surrealista.
El único si no que hay que hacerle a A Phala es el de que tal suntuosidad de contenido y la concepción incluso genial de Sergio Lima, no se vean correspondidos por el acabado editorial. Hay aquí aún más erratas que en el número anterior, como si faltara una revisión elemental, y ello se agrava en los propios textos del director, cuya lectura se ve entorpecida con tantos fallos. Por otra parte, el gusto de Sergio Lima por continuar las páginas pares en las impares le juega malas pasadas, ya que eso está muy bonito en un pdf, pero queda frecuentemente mal en una revista de más de 300 páginas. (Invención maligna esta de los pdfs, ya que además dificultan o impiden la entrada en ellos y prodigan fácilmente los errores, haciendo añorar los buenos viejos tiempos de las primeras y segundas galeradas.)
Próximamente abordaremos el segundo tomo de este fabuloso número, lleno también de jugosas contribuciones.

Delvaux en Madrid

Paul Delvaux, Crucifixión, 1954

Tras cerrar en enero en el Musée d’Ixelles de Bruselas una gran exposición sobre Paul Delvaux, hasta el 7 de junio continúa otra, más reducida y esencial, en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza.
Aunque Delvaux procede de Chirico (el giro radical en su obra se produce en 1934, cuando lo descubre en la exposición “Minotaure” de Bruselas), queda de él a años luz, en gran parte por las figuras de sus cuadros, que generalmente mejorarían sin ellas, aunque también por su factura académica. Vio el surrealismo sobre todo como una corriente pictórica, y a la anécdota referida por Marcel Mariën (cómo, en una ocasión, accedió al deseo de un rico coleccionista que le pidió quitara de un cuadro dos personajes que no le gustaban, mostrando quizás el coleccionista más discernimiento que él), se suma ahora una de la que nos informa el catálogo: cómo dividió en dos el cuadro El incendio para que no resultara escandaloso, dado su contenido prostibulario. Sin embargo, Delvaux escandalizó algunas veces, y es muy sabrosa la anécdota del cardenal Ricci (futuro Juan XXIII) indignado al ver su Crucifixión, en que los personajes de la sacrosanta escena cristiana aparecen convertidos en esqueletos. Su gusto por los esqueletos recuerda los dibujos de Bécquer, quien hasta tiene, como él, un duelo entre ellos.
Uno de los encantos de su pintura es la fascinación por el mundo de los trenes, arraigada en la infancia para llegar hasta a ponerse a pintar con frecuencia en la estación de Luxemburgo. En El viaducto, que se encuentra en depósito en el Thissen, no hay figuras:

Paul Delvaux, El viaducto, 1963
El pequeño catálogo está muy bien, y lleva buenos textos de Laura Neve y José Jiménez.
“Durante mucho tiempo la soledad y el silencio fueron la osamenta de mis cuadros. Nada cambia que haya personajes, pues para mí solo son meros figurantes”.

martes, 5 de mayo de 2015

“The Annual”, n. 1 (2)

Difícil es comenzar una reseña de este fantástica revista-objeto, ya que aquí no hay otra ordenación que la dispuesta por el azar a cada vez que la manejamos. Pero empecemos por los nombres de los editores, Allan Graubard y Paul McRandle. Del primero son diez poemas breves y en versos cortos, que Rik Lina ha pasado a arte caligráfico, recordándonos el libro-objeto con Miguel de Carvalho Palavras-tinta, preciosa muestra de poesía visual publicada en 2009, aunque allí, curiosamente, la caligrafía era de Miguel de Carvalho (así como los textos), y de Rik Lina las ilustraciones y el diseño.

A. Graubard/R. Lina

Por su parte, tres textos de Paul McRandle se ven acompañados de sendos collages de Gregg Simpson: Locus Solus, Hashish y Cave of the mandarins, a los que se suma en la cubierta Vimana. El título del cuaderno señala el principal motivo de los textos: Ill wind, que nos hace pensar en un viejo estándar jazzístico que tuvo versiones de Clarence Williams, Art Tatum, Maxine Sullivan, Benny Carter, Coleman Hawkins, Ben Webster, Billie Holiday (la más conmovedora), etc. El fondo de Locus Solus, en cambio, me retrotrae a los años en que yo vagabundeaba, a pie y a bordo, por la impresionante línea férrea portuguesa del río Tua, encajada entre acantilados, y hoy sumergida por una presa destinada a satisfacer las monstruosas apetencias tecnológicas de las sociedades actuales. Imagino que la vieja locomotora se dirige hacia los parajes del maestro Canterel:

G. Simpson/P .McRandle

Se agradece encontrar en The Annual a tres veteranos nombres que en 1978 ya estaban unidos, cuando, junto a Ted Joans, publicaron Free-for-all: Valery Oisteanu, John Digby y Bill Wolak. De John Digby es un “poema encontrado”, dedicado a la memoria de Sami Rosenstock, o sea Tristan Tzara. El “poema” lo encontró en un libro decimonónico de mecánica, y no es sino una propaganda, si entiendo bien, de unos martillos cubiertos de amianto (“asbestos-packed cock”), creando un efecto hilarante la polisemia de la palabra “cock”. Tzara como destinatario es sin duda el Tzara de sus primeros tiempos dadaístas, con la feliz burla que entonces se hizo de la mecanización creciente. En la cubierta, los collages intervienen sobre una severa imagen, con efectos también de altos vuelos humorísticos, o no fuera John Digby uno de los grandes maestros del collage.

John Digby, Changeling, I y II

De Valery Oisteanu, en brillante hoja suelta, es el colorido “digit-collage” Erótica New York, donde, sobre un fondo de noche vangoghiana, la ligereza de mujeres que seducen, danzan o llevan a los firmamentos a un afortunado animal masculino (todo muy época Marqués de Sade), contrasta con la pesadez de un tonto astronauta de la Nasa. Erótica New York está cara a cara con el poema “The jazz of sex in flight”, y ambos deben recortarse para, pegados, usarse como un abanico, cuyo mango se adjunta.

Valery Oisteanu, Erótica New York

La cubierta del cuaderno de cuatro páginas de Bill Wolak, titulada El gran consuelo (los amantes se van a la cama, en imagen desdoblada), continúa la atmósfera erótica dieciochesca. En el interior, otro collage (En la sala de los pasos perdidos) y un poema de rigor moral: dejemos de mezclarnos con tanto granuja que nos rodea y nos contagia, y abracemos el amor “con la impaciencia del viento y el fuego”, para convertirnos en un río que transporta las cosas al mar.
David Coulter, 2014
Un sobre negro sellado con lacre del mismo color, incluye varias sorpresas, como nuevas postales surrealistas. Son dibujos, fotos, collages, de Jean-Pierre Paraggio (La memoria del mar. Homenaje), Richard Waara (una de sus cubomanías: Riendas de alcanfor), Miguel de Carvalho (dos fotografías), Raman Rao (una de sus “ventanas accidentales”), Jon Graham (Deslumbrante condensación de imágenes en palabras), David Coulter (que seleccionamos para acompañar este párrafo sobre el sobre negro, como podríamos haber seleccionado cualquiera de las otras imágenes, aunque también porque un personaje tan educado y elegante no merece quedarse sin saludar a nuestros lectores) y Kathleen Fox (La causa no fue manifiesta). Para la imaginación todo es posible, y el surrealismo es quien hace flamear en el mundo actual la bandera de la imagen poética, desde luego que muy por encima de la negra o de la roja a que algunos quieren reducirlo.
Las llamas policromas de la imaginación poética son las de El sueño de Theodora, hermoso poema de Beatriz Hausner, dentro de un sobre esta vez blanco lacrado en rojo, como rojo es el hilo que ata las tres páginas en papel transparente. Una belleza de poema, rematado por una frase inmensa que por asociación nos conduce a la colaboración entre Will Alexander y Byron Baker, pequeña muestra del libro paralelo de próxima aparición The codex mirror.
El sueño es el objeto de la colaboración de Thom Burns, quien refiere uno particular, para reflexionar sobre el “sueño lúcido” y las limitaciones de la distinción freudiana entre contenido latente y contenido manifiesto.
David Nadeau, 1752
David Nadeau ofrece uno de sus “emblemas”, Niebla, que acompaña un poema de L’émeraude charnelle, publicado en 2011. A la izquierda vemos otro de los emblemas de Nadeau, queriendo en este caso recordarme los cuadros que los grupos excursionistas portugueses solían poner en las tabernas, con motivos populares cuya conjugación daba a veces un resultado genial de surrealismo involuntario.
“Pantano” es la colaboración entre William A. Davison y Sherri Lyn Higgins, quienes, con Kerry Wright Zentner, iniciaron en 2003 el proyecto de dibujo colectivo North Mutator. Recordemos que Davison, músico, inventor de instrumentos, pintor y poeta, creó en 1984 el proyecto de exploración automática Recordism, en 1991 el de Song of the New Erotics y en 2000 el de Six Heads, habiendo publicado en 2005 los poemas de A seance in a bathtub. Tanto él como Sherri Lyn Higgins aparecen en La chasse à l’objet du désir.

W. A. Davison y S.Higgins, Swamp
“Nada resiste mejor al Progreso que un buen pantano”, escribe Peter Lamborn Wilson, dándome por tanto ganas de trasladarme a uno de ellos. En su texto crítico, evoca las viejas “junglas” de los “hoboes” y no deja de aludir a Nuestra Señora la Ciencia, que “siempre congenia con el Poder y el Dinero” –siempre, o sea tanto en el siglo XIX y en el XX como en lo que va de XXI de la abominable cronología cristiana, que nadie parece desear quitársela de encima. Esta combinación de crítica y poesía que hace aquí Peter Lamborn Wilson es magnífica. No tenía referencias de él, y si Peter Dubé es un nombre de Hydrolith, tampoco las tengo de Rainer Hanshe y Genese Grill (de nuevo una alianza de texto e imagen) ni de Jordan Zinovich (que ata a un mechón de cabellos a una página en que la vieja Baba Yaga aparece convertida en una voluptuosa mujer de 30 años).
The Annual, aunque sin hacer uso de la palabra, es una nueva expresión del surrealismo como movimiento imparable, obstinada negación del miserabilismo reinante y expresión de un lujo que el surrealismo siempre ha querido expresar, porque es el único lujo que amamos y que nada tiene que ver con los lujos ya denunciados por Rousseau: el lujo de la poesía.

Al día


Jörg Remé, de quien vemos aquí esta pieza, expone en el Palazzo Mora de Venecia.
En el Museo de Rhayader, País de Gales, hay varias exposiciones relacionadas entre sí: una de John Welson, otra de Welson con John Richardson y una tercera en homenaje a Arcane 17:


La colaboración entre Welson y Richardson ha generado el libro Alice, the looking glass threw, ya aludido aquí y que, publicado en Dark Window Press, comentaremos próximamente.
Con un carácter ya histórico, en Tate Liverpool, hasta el 31 de mayo, hay una exposición de obras de Leonora, que incluye El mundo mágico de los mayas, y en la librería Champavert de Tolosa, otra de obras de Edgar Jené, también hasta la misma fecha.

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Braise de l’unité editada por La Lucarne Ovale, es el título de la tan ansiada antología de Élie-Charles Flamand, con poemas de 1957 a 2014. La página de este gran poeta merece conocerse:

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De Ithel Colquhoun, figura maravillosa del surrealismo británico, se publicó en 2014 I saw water. An occult novel and other selected writings. I saw water fue su segunda novela, tras Goose of Hermogenes.

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Paul Sanda y Bruno Geneste publican en Éditinter Les surréalistes et la Bretagne. Le domaine des enchanteurs, con dos cartas inéditas de Breton a Joyce Mansour. Un libro muy atractivo, que comentaremos aquí dentro de unas semanas.

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La correspondencia entre René Daumal y Gilbert-Lecomte ha visto la luz recientemente. Son 424 páginas, en la editorial Ypsilon.

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Por el número 113 de Infosurr nos enteramos de tres novedades no apuntadas por nosotros: otra entrega de los clásicos de Ghérasim Luca en Corti, L’extrême-occidentale, de 1961, y dos recopilaciones de Jimmy Gladiator, Tapis franc et autres cadeaux provos (declaraciones, tracts y pensamientos de 1974 a 2010) y De paille et d’or ou le Guignol des Batignolles (con juegos surrealistas de su invención).
En una nota sobre Jacques Lacomblez, Richard Walter prolonga la triste reseña que Ludovic Tac hizo del almanaque Ce qui sera, reseña que es una buena muestra de cómo se las sigue gastando el marxismo recalcitrante. A juicio de Richard Walter, “todo surrealista que se respete” debe evitar caer en “la fascinación fácil por la bandera negra” (ergo, la fascinación por la bandera de la hoz y el martillo es “difícil”), y hay que ser surrealista y marxista para “comprender” el surrealismo y el marxismo. Casi nada.

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En el capítulo de óbitos, el pasado año murieron Henry Lejeune –señalado por Arnost Budik en Infosurr y Ounsi El Hange, nacidos ambos en la década de los 30. Más recientemente –este mismo año– desapareció, casi centenario, Carl Otto Hultén, artista y gran animador de las actividades surrealistas en Suecia. Fue uno de los fundadores del grupo Minotauro, como luego del de los Imaginistas, colaboró en Cobra y en Salamander, fundó con Österlin en Malmoe la galería Colibrí, lanzó las ediciones Imagen. En 1947 se publicó, con prefacio de Svanberg, Sueños sacados de las manos de las hojas, colección de frottages y calcomanías que revelan su fervor por Max Ernst, al que homenajearía en 1976 (En la habitación de Loplop) como haría también con el cartero Cheval. Tras un período de abstracción lírica, Hultén volvió a la figuración.


Este es uno de sus cuadros más conocidos: el duchampiano Cardiograma de la calle, 1944-1945, que yo vi en una exposición de Lisboa y que comenta así Ragnar von Holten: “Un resumen del mecanismo  y de los diferentes utensilios, explicitado en un dibujo esquemático, se encuentra mezclado con rudos grafitis, pedazos de textos y partes del cuerpo humano traducidas de manera abstracta –así, la imagen se convierte en un índice de las posibilidades técnicas de la vida sexual del hombre. El busto de la mujer, a la derecha, cuyos senos tiene la forma de mangos de tijeras, deja que su sexo se mezcle con un vaso de cerveza; el busto de mujer acostada, a la izquierda, es atravesado por un falo que penetra en un cuarto, un tanto como acontece con el otro pie de vaso, que allí penetra también, etc. Entre los textos percibimos un poema de André Breton y el número de teléfono de la criada de Hultén en Malmoe”.