martes, 18 de febrero de 2014

Cartas de Cesariny

Acaba de publicarse un libro fundamental sobre el surrealismo portugués: Notas para a compreensão do surrealismo em Portugal, de António Cândido Franco, a quien se deben ya algunas publicaciones muy notables. Pronto reseñaremos estas Notas, cuyo título no hace justicia a la envergadura del contenido, en un conjunto ensayístico de una potencia excepcional.
Hoy damos noticia de otra publicación concomitante: estas cinco cartas de Cesariny enviadas entre 1997 y 2000 al propio António Cândido Franco, comentadas admirablemente por este (recordemos sus riquísimas notas críticas a las cesarynescas Cartas para a casa de Pascoaes, tanto como su Teixeira de Pascoaes nas palavras do surrealismo português) y publicadas por Editora Licorne (editoralicorne.blogspot.com). Del contenido de las cartas da cuenta la portada, aunque, conociendo a Cesariny, hay mucho más de lo que se enumera. El “hilo” de ellas, señala Cândido Franco, es el ataque radical al Renacimiento y sus horrendas secuelas. Porque si Cesariny “estuvo siempre con románticos, prerrafaelitas y surrealistas”, fue porque estos buscaron derribar “el muro del Renacimiento”, momento de la historia occidental en que “comenzó o recomenzó la práctica antropofágica de la economía clásica, que, después de Adam Smith, se convirtió en puro canibalismo”, con “el monumental frío de la técnica y del talento individual en contraposición al sentido loco de lo festivo”. Cesariny despotrica en estas cartas de Grecia (con su Platón y otros sofistas, por ni nombrar a Aristóteles), de Europa, del dios Progreso, de la burguesía devoradora... Su repudio del Portugal y la Lisboa del progreso europeo es tan radical como el que yo he expresado en Lusitania fantasma, y no dejó de ocupar lugar en las cartas que en diversos momentos nos cruzamos. Sobre esa desoladora Europa más que decrépita, pero siempre pintándose de “nueva”, y hasta engañando a tantos por el arte de sus afeites, recuerdo un dibujo (¿?) de Cesariny en que la ponía en el hemisferio sur, junto a la leyenda “¡Abajo Europa!”; y digo recuerdo, porque no he logrado ya dar con esa bella imagen. António Cândido Franco, que se identifica en esto con Cesariny, no deja de llamar “sanguijuela” a esta Europa “del cálculo infinitesimal”.
António Cândido Franco hace una bella defensa del “ultra-romanticismo” portugués, que en general ha sido desacreditado. Soares de Passos y su “Noivado do sepulcro”, pero también António Feliciano de Castilho, el poeta ciego de quien le envía a Cesariny su “Teoría de los nombres”. Cesariny le dice conocerlo poco, pero sí recuerda haber leído en la Biblioteca Nacional un texto suyo en que se anticipaba para la composición poética al azar dadaísta. Ya se debe haber olvidado de los asombrosos fragmentos del Método portugal de leitura que incluía Natália Correia en un libro que para mí fue decisivo comprar en Lisboa allá por el otoño de 1979, en simultáneo con los Textos de afirmação e de combate do movimento surrealista mundial: me refiero a O surrealismo na poesia portuguesa (1973), una obra que no tiene paralelo ni siquiera en el país natal del surrealismo.
Las referencias a Teixeira de Pascoaes –cuya importancia central en el surrealismo portugués es estudiada a fondo en las Notas para a compreensão do surrealismo em Portugal– ofrecen el interés añadido de Cesariny asociarlo en un determinado momento a otro gigante: Malcolm de Chazal. Tampoco Artaud puede faltar, con sus tarahumara. Pero en fin, estas son cinco de las típicas cartas explosivas y a salto de mata de Mário Cesariny, llenas de sus mitos y obsesiones, y además con la presentación y los comentarios de un crítico que es ante todo un poeta, devoto del inolvidable Cesariny y conocedor como nadie de su “imaginario fabuloso”.
Por último: seguro que Cesariny hubiera dado uno de sus legendarios brincos en el momento de recibir este collage de Alex Januário, titulado Por una nueva edición Noa Noa y hecho muy recientemente.