miércoles, 25 de septiembre de 2013

Víctor Chab, Guy Ducornet, Eugenio Castro

Aunque en el surrealismo la veteranía nunca ha sido un grado, siempre nos admirarán aquellos que saben mantener la inspiración viva a lo largo de una larga vida, sin repetirse, sin regodearse en los propios hallazgos, sin transitar senderos trillados por otros o por ellos mismos.
Dos nombres que siguen desarrollando una obra que sorprende por su frescura, por su vitalidad, por su vigor imaginativo, son el argentino Víctor Chab (1930) y el galo-americano Guy Ducornet (1937).
El primero ha realizado recientemente una serie de dibujos muy bellos, cuyo colorido alegre contrasta con el de sus cuadros más característicos, si acaso volviendo a algunos de los años 50, pero, paradójicamente, con más jovialidad y alegría.




















Ducornet, actualmente en periplo estadounidense para presentar su interesantísimo Annandale Blues, hace unos meses exponía en París una deslumbrante galería de collages, bajo el título de “Histoires 100 paroles”. Más recientemente, convidado a participar en la exposición “Bestiaires fantastiques”, realizó una serie de cajas que revelan de nuevo su inagotable inventiva, y de las que vemos aquí dos muestras.



















En el collage fotográfico, es un placer ver a Eugenio Castro –más joven que Chab o Ducornet, pero ya con más de tres décadas de actividad surrealista– reanudar la aventura de Reaparición de la isla misteriosa (1995) con otra serie de imágenes que también podrían considerarse, como las de aquella publicación, “collages-secuencias de un film imaginario sin fin”. El film se titularía ahora Tribulaciones de una calavera, guiño sombrío a la novela-foto Las tribulaciones de Monsieur Wzz... que urdieron en 1929 Man Ray, Marcel Duhamel y Max Morise, la calavera convertida allí en un divertido esqueleto que recorría las calles de París.














Dianas surrealistas


La colaboración entre Allan Graubard y David Coulter nos brinda uno de los más interesantes cuadernos surrealistas –64 páginas– de estos últimos tiempos: Targets, con un relato del primero e imágenes del segundo.
Las imágenes de David Coulter consisten en dianas policromas (evocadoras tanto de los rotorrelieves de Marcel Duchamp como de las dianas que hizo Jorge Camacho para Toyen) y en soberbios collages de colorido y motivos populares, donde impera el humor (en este caso, recordamos con no menor placer los cuadros de Clovis Trouille). El texto de Allan Graubard, sin duda, posee la calidad a que este polifacético escritor nos tiene acostumbrados.
Esta no es la primera colaboración entre Coulter y Graubard. Ambas figuras –residiendo el primero en Berkeley y el segundo en Nueva York– están bien presentes en el imprescindible Invisible Heads (2011), que, como Targets, editó Anon y se obtiene vía lulu. Y ambos también están incluidos en el catálogo O reverso do olhar (Coimbra, 2008), que tan importante misión cumplió como aglutinador de nombres dispersos del surrealismo actual.


“¿Quién conoce a...?”

“¿Quién conoce hoy a Unica Zürn, Joyce Mansour, Claude Cahun, Leonora Carrington o Alice Rahon?” Esta pregunta retórica abre un texto en que se invitaba a un “festival”, “espectáculo” o “encuentro literario y teatral”, celebrado en un cabaret de Quebec el pasado domingo.
Los cinco nombres tienen tres cosas en común: ser surrealistas, ser mujeres –lo que es más importante– y haber ya muerto –lo que es quizás aún más importante. Ninguna dista de ser desconocida, e incluso una de ellas, Leonora Carrington, es una artista consagrada desde hace muchas décadas. Por lo demás, para sus compañeros del surrealismo fueron siempre, y son, sobradamente conocidas, y amadas.
Una serie de escritoras del lugar ha escrito una serie de textos inspirándose en las obras de estas cinco figuras. Sin modestia alguna, se nos dice que “el resultado es asombroso”, pero no sentimos ninguna curiosidad por conocerlo, tanto nos repele este parasitismo acompañado además de victimismo, y al que no falta –esto es lo peor, y lo que motiva esta nota– la chorrada de costumbre: las cinco figuras han escenificado “un ser femenino ni idealizado, ni preconcebido, muy diferente del imaginado por Breton y sus camaradas”. Un tópico que ya hace mucho tiempo hiede. Al final, es una operación contra André Breton “y sus camaradas” aquello de lo que se trata, una vez más.
Concediendo que Unica Zürn, Joyce Mansour, Claude Cahun y Alice Rahon (respecto a Leonora, ello es completamente falso, como dijimos) “han estado mucho tiempo en la sombra, sus obras desconocidas y sus nombres excluidos de la historia literaria artística oficial”, podemos estar seguros de que ello no se ha debido al hecho de ser mujeres, sino en todo caso al de ser surrealistas. Todas, además, se codearon con “Breton y sus camaradas” y compartieron todas sus aventuras –tantas veces arriesgadas–, la segunda y la tercera incluso habiendo sido cómplices íntimas de André Breton.
Porque, devolviendo la pregunta, y ahora sí que justificada, ¿quién conoce hoy a figuras tan extraordinarias como Claude Tarnaud, Stanislas Rodanski, Guy Rosey, Fernand Dumont, Jorge Cáceres, Guy Cabanel o Maurice Baskine? Cualquiera de los nombres femeninos citados es mucho más conocido que cualquiera de los siete que he nombrado –y que además forman parte de una lista que podría ampliarse a más de un centenar.
Pero falta señalar dos cosas más.
Primero, que al surrealismo le ha importado siempre un pimiento el estar excluido de la “historia artística oficial” (¿quién hace eso?, ¿qué significa eso?, ¿qué valor tiene eso?), e incluso es un honor tal exclusión, del mismo modo que debe evitarse siempre todo tipo de “reconocimiento”, sea oficial o no oficial. A cualquiera de esas cinco mujeres que tratan de “homenajear” en un acto que se quiere justiciero, les hubieran traído sin cuidado esas efusiones, si es que no las hubieran despreciado.
Segundo, y por seguir con las preguntas: ya que tanto se preocupan por las mujeres del surrealismo, ¿quién de ellas conoce hoy a Dominique Paul, Alice Massénat, Heloisa Pessoa, Beatriz Hausner, Lurdes Martínez, Debra Taub, Linda Filipová, Kathleen Fox, Amirah Gazel, Anny Bonnin o Maria Regina Marques, en una lista que también se queda muy corta? ¿Por qué no se aplica al presente lo que se lamenta en el pasado?
Claro que todas estas mujeres tienen el defecto de estar vivas y de defender e ilustrar no la literatura o el arte, sino la poesía. Y lo mismo podemos decir de nombres con una trayectoria muy amplia, y extremamente importantes para el surrealismo, pero a quienes no se les ocurre recurrir porque están vivas, como Penelope Rosemont (vigorosa personalidad, maravillosa escritora y creadora) o Rikki Ducornet (cuyas narraciones no van a la zaga de las de Leonora), quienes desde luego, como Unica Zürn, Joyce Mansour, Claude Cahun, Leonora Carrington o Alice Rahon, nunca han pactado con las mentiras ni con las componendas del mundo como va.
Pero al menos esta velada habrá tenido una cosa tan buena como extraña: haber dejado de lado a Frida Kahlo, mascota predilecta de este tipo de eventos antisurrealistas.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Alice Massénat

En el n. 4 de S.u.rr..., revista del grupo surrealista parisino, se incluía un largo poema de Alice Massénat, quien repetía en el número siguiente y hasta ahora último. Al punto, en las Éditions Surréalistes, aparecía una colaboración poética con Guy Girard, acompañada de siete dibujos automáticos de Sabine Levallois y titulada Le palier des gargouilles. Uno de esos dibujos podemos verlo aquí.
Esto fue en los años 2003-2005, pero Alice Massénat ha tenido un antes y un después. Nacida en 1966, desde los 18 años publica sus textos poéticos en revistas (S.u.rr..., pero también otras cercanas al surrealismo, como Camouflage, La Dame Ovale y Cahiers de l’umbo) y en pequeños cuadernos, de los que son anteriores a 2003 Engoulevents, “Tu dors?”, Katana, L’homme du sans-sépulcre, Arachnide, L’œil de bronze y Le bleu l’ardoise, y posteriores L’heure des lames, Le catafalque aux miroirs, Ci-gît l’armoise, À bras-le-corps y La vouivre encéphale, que es la novedad, publicada hace poco en Les Hauts-Fonds, por la que hoy la traemos a estas páginas de “Surrealismo internacional”.
El primer cuaderno citado, Engoulevents, de 1990, se publicó en la ediciones Myrddin, que animaba Pierre Peuchmaurd, y es que, dos años antes, los textos de Peuchmaurd titulados Alice au noir llevaron dibujos de Alice Massénat. Será precisamente este gran poeta y certero crítico, que jamás ha dado paso a un impostor, quien destacará el valor tan auténtico y novedoso de la poesía de Alice Massénat, publicándole luego Katana, Arachnide y L’heure des lames. En Colibris & princesses, preciosa recopilación de textos sobre figuras como Maurice Blanchard, André Breton, Guy Cabanel, Jorge Camacho, René Crevel, André Frédérique, Robert Lagarde, Gellu Naum o Stanislas Rodanski, los hay también sobre algunos de los poetas recientes más valiosos, como Jean-Yves Bériou, Jean-Pierre Paraggio y Alice Massénat. En su texto sobre ella, escribía Peuchmaurd, comparando su poesía al “viento sobre las plazas fuertes”:
“Como pocos hoy en día, y más abruptamente que otros, la poesía de Alice Massénat plantea la eterna, la obsesiva cuestión del «¿Quién habla?» Sí, ¿quién habla, aquí, con una voz a veces tan segura que parece arrogante, y otras tan temblorosa, tan verdaderamente emocionada? ¿Quién habla, con esta voz tan pronto de oráculo bárbaro como de jovencita sometida –pero sometida a los dioses de las peores fatalidades, al desasosiego de las calles, de los atardeceres negros?”
Con esta nota pretendemos tan solo llamar la atención sobre una voz poética que nos llega ataviada de bellos prestigios, y que por su carácter secreto más merece ser resaltada en esta página ajena a todos los oropeles.
“La beauté n’est plus là / Qu’en est-il de toutes ces cendres renfermées / où qu’elles soient / poussière de coeur / échevelées et improbables / de leurs seigns aux vivre / et de leurs brimes aux salaces.
Qui me jouera cette corde du plus loin de ma folie / qui m’esquissera la viole / le pourtour au coude / qui la verra / et des larmes aux sangs / la contrée s’éteindra / mandragore aux escarres”

Dibujo de Sabine Levallois

Política y urnas


Este folleto que nos llega de las ediciones Loplop en São Paulo, firmado por los grupos Decollage y Topoanálise y con dibujos automáticos de Alex Januário, plantea la cuestión política y en particular la de las votaciones, en un país donde estas son obligatorias, pudiendo el desacato acarrear represalias. La tesitura de 2010, año de elecciones presidenciales en que se daba a elegir entre lo peor y lo peor, originó el escrito, que, aunque requiere un conocimiento de la realidad brasileña, posee un interés más amplio.
Sobre el tema del voto, que continúa siendo obligatorio en Brasil, y que por tanto es la verdadera causa de que los amigos del grupo Decollage y los de TopoAnálise hayan editado esta declaración, y sobre el de la política, me dirijo en seguida a las citas que en su día acumulé en mi librito Cabina de barlovento. Como de costumbre, es Ambrose Bierce quien lleva la batuta. “Votación: Simple estratagema mediante la cual una mayoría demuestra a una minoría la estupidez que supondría cualquier resistencia. Muchas personas respetables, pero con un aparato pensante imperfecto, están convencidas de que las mayorías gobiernan por algún derecho inherente, y de que las minorías se someten, no porque no les quede más remedio, sino porque es su deber”. Más interesante es esta diatriba del anarquista (y luego, cosas de la vida, prosoviético) André Colomer: “Tú, que pretendes ser libre, ¿por qué votas? Escucha: nadie puede representarse más que a sí mismo. Votando, eres el peor de los esclavos. Pues el que escoge un amo se pertenece menos que aquel a quien el amo le ha sido impuesto por la fuerza. Este puede renegar de su amo como de una brutalidad que no reconoce. Aquel no podrá jamás rebelarse contra la condena, ya que se la ha dado a sí mismo. ¡No seas ese esclavo voluntario! Sé tu mismo tu liberador. Huye de esa sala apestosa donde se embrutece con grosera elocuencia a esos pobres brutos a fin de que aclamen su propio servilismo. No escuches a ninguno de los prometedores de paraísos para mañana. Todos mienten. Es hoy cuando hay que vivir. Es en tu verdad individual donde está tu felicidad. Fuera está el sol de mayo sobre los jardines de la tierra. Vete fuera y, a través de los campos, en la luz, que tu propia marcha cree tu ruta”. Más brevemente, una figura esa sí que granítica, el surrealista Maurice Blanchard, dejó apuntado este bello consejo: “Urinez dans les urnes”.
Se preguntan los firmantes de este tract: “¿Podría llamarse surrealista alguien que votase o hiciese la apología de cualquiera de esas fuerzas retrógadas que son el PT y el PSDB, el neo-estalinismo y el neo-liberalismo?” Evidentemente no, pero por mi parte, ácrata convicto en esta cuestión y desde siempre, creo que da lo mismo que sean retrógradas o no: votar, equivalente profano de la genuflexión religiosa, supone sancionar el Estado, con todo su aparato represivo y su realidad monstruosa. Todo lo que no destruya la Autoridad y la Jerarquía no debiera contar jamás con nuestro más insignificante apoyo. No veo nada que permita mudar esta declaración del grupo de André Breton, expresada en 1965: “Con respecto al régimen parlamentario y al sufragio universal, nuestra posición ha sido siempre y continúa siendo la posición libertaria”.
En cuanto a la política, fue definida por Bierce como el “medio de ganarse la vida preferido por la parte más degradada de nuestras clases delictivas”, algo que se confirma constantemente. El romántico “bousingot” Philothé O’Needy escribía: “Desprecio con toda la altura de mi alma el orden social y sobre todo el orden político, que es su excremento”.
“No creemos que haya gente ligada al surrealismo capaz de confesarse «apolítica» o neutra”, señala el texto brasileño. Y eso ya es más discutible, según el sentido que se le quiera dar a la palabra “política”. Cuando le fueron a hablar de esta a Marcel Duchamp, respondió tan abruptamente como cuando lo inquirieron por “Dios”: “No hablemos de ese asunto. No sé nada. No comprendo en absoluto la política y constato que es realmente una actividad estúpida que no conduce a nada. Tanto si eso conduce al comunismo, a la monarquía, o a una república democrática, para mí es lo mismo”. Como es bien sabido, la política ha sido causa de tristes problemas y trifulcas en el surrealismo, y ciñéndonos al grupo de París desde la desastrosa inserción juvenil en el Partido Comunista Francés (que produjo la salida nada menos que de Antonin Artaud, en lo que he considerado siempre la principal ruptura, y única verdaderamente significativa, de todo la historia del surrealismo) hasta la tentativa del sargento Schuster por apoyar incondicionalmente a la dictadura cubana pasando por el llamado “affaire Pastoureau”, a quien le disgustaba la hostilidad estalinista de la mayoría de sus amigos. Muy finamente, hace unas semanas un amigo del surrealismo me comentaba cuánto mejor habría sido que un Aragon y un Éluard hubieran dejado el surrealismo para dedicarse, por ejemplo, a la alquimia o a la masonería, en vez de a la detestable política partidaria a la que se dedicaron.
Ha habido, en fin, surrealistas desinteresados de la política que han llevado a cabo una obra liberadora, y otros cuya pasión política los ha llevado a cometer aberraciones que automáticamente los descalificaban como surrealistas. Pero esta, por supuesto, es una cuestión que exigiría muchos matices y que es imposible desarrollar adecuadamente en estas pocas líneas. El tract de estos dos grupos brasileños es un acierto al plantear estas cuestiones en un contexto particular, que reprime una libertad elemental, como es sin duda la de poder no votar. En los países en que ello se permite, falta, aún, lograr otra: la de, llegadas las elecciones, poder depositar nuestra orina en las urnas.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Nuevos viajes del doctor Sardan


Tras la apoteósica presentación en tierras brasileñas del nuevo libro de Zuca Sardan, es el momento de dedicarle una breve reseña a la lectura reposada que hemos hecho de estos cinco cuadernos de Remix Rapz Colac reunidos en uno.
2000 ejemplares ha lanzado la editorial Cosac Naify (cosacnaify.com.br), tirada tal vez escasa para los muchos seguidores de que disfruta Zuca Sardan a lo largo y ancho del globo terráqueo. En las solapas viene una serie de juicios sobre su obra, en forma de coro griego constituido por algunos de sus amigos y lectores, Este coro, por supuesto que predominantemente femenino, canta los poderes que ya conocemos caracterizan a nuestro poeta: la jovialidad, el humor (de todos los colores), la subversión de “la solemnidad de las imposturas”, el no parecerse a nadie que lo convierte en un verdadero hapax del mundo literario, en un “poeta absolutamente único” por su “combinación de humor, precisión y melancolía”, como apunta en el coro griego Noemi Jaffe.
Como es preceptivo en Zuca Sardan, Ximerix abunda en ilustraciones, dibujos que muchas veces se convierten en collages, la mayoría atacados por los bichos más inesperados.
Por los versos siempre veloces del Maestro Zuca pasan tanto personajes antiguos como flamantes. El primer cuaderno, que lleva por título “Ratakatrak (Eletro-Remix)”, se abre con la presencia de un viejo conocido: “Conde Lotrak / noble semblante... / escupe en cima mata / a la cucaracha en la solapa... / De nada sirve, Lotrak / allí se fue allí se fue ella... / zaft-zoft-zaft / la Cucaracha Voladora”. Acto seguido, en una obertura digna del cine de terror y luego del cine fantástico, el Conde Lotrak escupe un rubí. Las historias se van encadenando, muchos de los sketches haciendo imaginar viñetas correspondientes.

Las cuatro partes restantes tiene en común el lanzamiento de dados que les sirve de preámbulo. Y como hablar de dados es evocar la poesía hermética, aquí tenemos al poeta Melarmek apadrinando el segundo –“Apothegmas alabastrinos”– y el tercer cuaderno –“Bustrofédon burlão”–, ambos calificados de “mallarmaicos”. Con mucha música por medio, irrumpen aquí el Dr. Tom (que logra liberarse de su ataúd), la morenita Manon (con su fiel perro Grizú), Don Fantaz Garnier, la Musa Merry (sopranista), el Capitán Gin, el cardenal Sacamuelas y muchos más.
El capítulo cuarto y el quinto son “didascálicos”... y dialécticos, ya que el lance de dados lo hace en el primero la vidente engagée Cassandra Bolchevique y en el quinto la Gazetta Proleta. De los orígenes del comunismo soviético a su caída y los tiempos actuales, el poeta trata cuestiones graves en las que no falta la presencia de Dona Filó Zofia. Antológicas son la decena de adivinanzas delirantes, de las que pondré como el ejemplo más traducible la de la locomotora: “La locomotora pasa por encima / de la colina y al fondo de la granja / apestando de alquitrán / el ambiente mata al pavo... / ¿Cuántos huevos podridos entonces / bota la pava negra?”
Ximerix/Xiremix se cierra con el Juicio Final y visiones infernales, pero resulta que ya... ¡ni el Infierno es lo que era!
*
En coincidencia con este librito de Cosac Naify, Javier Gálvez, en sus ediciones Ardemar, de las que recientemente comentábamos su Elíptica, ha editado El viaje sicalíptico del doctor Sardan, en diez ejemplares, compuesto de ocho dibujos mudos y por supuesto, como el título indica, lascivos, más el de la portada, que es el que vemos a nuestra izquierda, con una de las sirenas tan frecuentes en los dibujos del Maestro, y la atmósfera de viejas y gloriosas películas de miedo con que se abre precisamente Ximerix.

Futuros y presentes

Una noticia muy importante: el próximo miércoles se presentará en el Centre Wallonie-Bruxelles de París una gran monografía de Xavier Canonne sobre Marcel Mariën, que consta de 432 páginas y 950 ilustraciones. Una figura capital del surrealismo abordada, pues, por un estudioso más que competente. El 28 de septiembre se inaugurará una exposición Mariën en el museo de Charleroi, y en febrero del próximo año, en el centro citado, se abre la exposición “El surrealismo y las colecciones de La Louvière”.
De Pierre Peuchmaurd van a salir dos reediciones, de publicaciones hoy inencontrables: Loin de Lisboa, poema de 1993 con frontispicio de Georges-Henri Morin, en los Passages du Sud-ouest, y Fatigues, aforismos completos, en L’Oie de Cravan (fue publicado en 1978 por las ediciones Le Melog, con dibujos de Jacques Abeille).
Se anuncia para octubre una exposición que puede ser una maravilla: “La cime du rêve. Les surréalistes et Victor Hugo”. Tendrá lugar en La Maison de Victor Hugo (París), a la que ya debemos el espléndido catálogo Entrée des médiums. Spiritisme et art d’Hugo à Breton, aquí mismo comentado.
Por último, una buena reseña de la exposición Krizek:
Y otra consulta de interés:
http://www.emptymirrorbooks.com/features/visual-art/rik-lina-painting-a-leporello.html

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Robert Lagarde, poeta de la mano alada


El surrealismo está lleno de figuras ejemplares y secretas, y una de ellas es Robert Lagarde.
Desaparecido en 1997, Robert Lagarde ha sido recordado este año con dos publicaciones magníficas, ambas en las Éditions des Deux Corps que anima Laure Missir. Una es la monografía de Alain Joubert Robert Lagarde, du geste à la parole y la otra Le masque de l’aveugle, texto suyo con fotos de unos inquietantes objetos.
Ya su amigo Alain Joubert había escrito sobre él en Phases, y las palabras que profirió como despedida fueron reproducidas en Le Cerceau. Ahora aborda, con su consabida finura, la actividad creativa y crítica de Lagarde y evoca momentos de amistad así como de combate dentro del movimiento surrealista.
La trayectoria surrealista de Robert Lagarde se inaugura en 1958, al ilustrar À l’animal noir de Guy Cabanel, con quien colaborará estrechamente, “a los meandros del lenguaje respondiendo los de sus trazos”, como dirá Gérard Durozoi, del mismo modo que Petr Kral aludirá a su “grafismo proteiforme pero vigoroso en que, a través de un lenguaje «no figurativo», aparece la unidad secreta que da al mundo la omnipresencia del deseo” Al punto contacta con André Breton en Saint-Cirq-Lapopie, participando en las búsquedas de piedras por las orillas del Lot, la calidad de los hallazgos, como cuenta Joubert, decidida por la Baronesa, o sea Toyen, quien se exaltaba con los genuinos, designados con la palabra tan de su gusto “kohinoor”, y rechazaba como “mierda” los que no le gustaban. Su juicio era inapelable.

Robert Lagarde, Claro en jirones, 1990

Lagarde, que prácticamente nunca expuso individualmente, participa, desde “Éros” (1959-1960), en todas las exposiciones del movimiento surrealista, tanto en las del grupo parisino hasta 1969 como en las posteriores en São Paulo, Chicago, Londres, Milán o Quebec, o sea en las verdaderas exposiciones del surrealismo que proseguía su andadura. En la de “L’Écart Absolu (1965) aportó una poética y erótica caja y se encargó, con un gran texto, del apartado sobre los ocios organizados de la sociedad de consumo, que posteriormente irían a multiplicar su imbecilidad hasta el delirio de las últimas décadas. Colabora, por supuesto, en las revistas del grupo: Le Surréalisme, même, Bief, La Brèche y, tras la muerte de Breton, el Bulletin de Liaison Surréaliste y Surréalisme, aparte Phases, cuyo maestro de ceremonias escribirá de él que, junto a Adrien Dax, es “sin duda quien ha aportado más inflexiones al dibujo automático”, ya que por algo había Breton hablado en 1965 de su “mano alada”. Alain Joubert, en las páginas de este libro, trata las cualidades de ese automatismo extraordinario (“automatisme à système”) que lo caracteriza tanto como a la soberbia poesía de Guy Cabanel, y es de agradecer también que dedique una parte de su ensayo a Nanou Vialard, la mujer de Lagarde, que se dedicó un tiempo a la escultura, con resultados asombrosos, habiendo su serie de tótems, cetros y bastones, que fotografió Pierre Schwartz, inspirado un conjunto de poemas a Joyce Mansour.
Robert Lagarde, aparte los de Guy Cabanel, ilustró poemas de Benjamin Péret, Jehan Mayoux, Joyce Mansour, Georges Henein, Maurice Blanchard y Pierre Peuchmard. ¡Casi nada! Por si hiciera falta, se trata de una lista –un septeto– que lo dice todo.
De ahí que no le cueste nada a Alain Joubert poner a Robert Lagarde como ejemplo de la ética surrealista, lo que demuestra, por ejemplo en sus posiciones obvias e inmediatas con respecto a la guerra argelina como en el trance de 1969, cuando Jean Schuster intentó liquidar el surrealismo tras haberle sido imposible controlarlo al estilo estalinista. Alain Joubert, que ha desentrañado, en su decisivo Le mouvement des surréalistes, los intríngulis de aquella batalla, se refiere aquí al de veras “ridículo” tract “Aux grands oubliers, salut!”, operación de los surrealistas fatigados (muy fatigados) Philippe Audoin, Claude Courtot, Gérard Legrand, Jose Pierre y Jean-Claude Silbermann, para darle el poder al futuro “recoge-migajas” del surrealismo. Una carta de Guy Cabanel a Adrien Dax y otra de Lagarde a Joubert y Nicole Espagnol, en que Lagarde se refería a la fabricación de una capilla sin puerta ni ventanas, “pero con un portero”, evidencia la lucidez de uno y de otro, que no se engañaron un ápice. Fue entonces cuando, fallida la operación, el “portero” se sacó de la manga aquella monumental sandez del “surrealismo histórico” y el “surrealismo eterno”.
Robert Lagarde, du geste à la parole se enriquece no solo con las bellas ilustraciones del artista sino con la incorporación al final de tres textos de Lagarde: el poema “Tais-toi”, las respuestas a la encuesta motivada por la exposición colectiva de 1975 “Arms et bagages” y un manuscrito donde explica el método que utilizó para ilustrar la cubierta de Maliduse (1961) de Guy Cabanel.


Le masque de l’aveugle había aparecido en revista en 1986, pero es muy de agradecer que lo haga ahora en esta publicación de los Dos Cuerpos, con esas muy bellas y poderosas imágenes de objetos-máscaras de cuero y latón. El breve texto de Lagarde, una reflexión sobre los objetos y sobre el modo de abordarlos, viene también en versión inglesa, trasladado por el inolvidable Peter Wood. Lo precede una cita de Lovecraft (“Mientras más miraba ese objeto, más me fascinaba, y en esa fascinación que ejercía sobre mí percibía un elemento turbador que  no sabría explicar ni definir”) y acaba con una referencia al profesor Canterel y otra a La mariée de Duchamp, con la que dialogan las distintas máscaras del ciego en una página antológica.
Pero todo esto es preciso verlo, como había que ver la exposición-homenaje que en 1999 le hizo a Lagarde la galería L’Or du Temps, y cuyo pequeño catálogo ofrecía textos, aparte Alain Joubert y Guy Cabanel, de Jean Benoît, Jimmy Gladiator, Pierre Peuchmaurd y Guy-René Doumayrou. Por cierto que una frase de este último (“El camino seguido por un hombre que avanza sosteniendo su propia cabeza en las manos no sabría ser indiferente”), junto a otra de Joë Bousquet (“La realidad de un objeto no se mantiene más que a través de sus metamorfosis”), acompaña tanto La masque de l’aveugle como Robert Lagarde, du geste à la parole, dotando aun de mayor unidad a este doble homenaje de 2013.
*
Las Éditions des Deux Corps han publicado ya textos de Anne-Marie Beeckman, Joyce Mansour, Hervé Delabarre, Jacques Lacomblez, Guy Cabanel y Laure Missir, aunando la calidad poética a la exquisitez en la presentación.
Señalemos, por último, que el libro de Joubert anuncia la aparición de La septième case (“Periféricos surrealistas. Crónicas intemporales en torno y a propósito de 31 escritores, pensadores, pintores y cineastas”), Le poil de la bête (con las vivaces crónicas de Le Cerceau) y La boîte noire (con las siempre agudas crónicas de La Quinzaine Littéraire), y pone como “en preparación” un título que hace soñar: Le Grand Surréalisme ou la rébellion permanente.
...gran surrealismo y rebelión permanente en que se inscribe con todos los honores la figura siempre viva de Robert Lagarde.

Exposiciones de verano

Algunas exposiciones merecen destacarse en este verano, aparte otras ya enumeradas aquí, como en especial la de Mesens.
En la Galería Nacional de Praga, Anna Pravdova, un nombre que garantiza la seriedad, coordina la dedicada al artista Jan Krizek y el París artístico de los años 50, con un catálogo. Krizek llegó a París en 1947, y allí mantuvo cordiales relaciones con Estienne, Dubuffet y Breton. A los 44 dejó el arte para dedicarse a la cría de abejas. Esta exposición acaba el 29 de septiembre.
En el Mamco de Ginebra, Jean-Jacques Lebel expone con el título “Soulèvements II. 1951-2013”.
Y en el Musée du Quai Branly (París) tiene lugar la exposición sobre Charles Ratton y la “invención” de las artes “primitivas”.