lunes, 1 de julio de 2013

Entrada de los mediums

A caballo de 2012 y 2013 tuvo lugar una exposición en la Maison de Victor Hugo, generadora de una publicación importante: Entrée des mediums. Spiritisme et Art de Hugo à Breton.
Se trata de un libro muy bonito, de 184 páginas, repleto de ilustraciones y con buena concepción, buenos textos y mucha documentación.
El planteamiento es estudiar todo el proceso que lleva de las sesiones espiritistas de Jersey en torno a Víctor Hugo (1853-1855) al decisivo ensayo de André Breton –visto como el balance de todo ese proceso– “El mensaje automático”, publicado en Minotaure en 1933 y que se abría precisamente con el dibujo Aube de Víctor Hugo.
El propio director de la Maison, Gérard Audinet, tras un prefacio en que evoca el sentido literal del “je est un autre” rimbaldiano, hace el ensayo introductorio: “El arte de la mesa”, donde comienza por señalar cómo no solo el título de la exposición ha sido tomado de André Breton (“Entrada de los mediums” es un visionario texto suyo, publicado en 1922 en Littérature), sino que la antología de mediums artistas propuesta por Breton en el “El mensaje automático” ha servido como guía de la misma.
Los mediums, con su entrada estrepitosa, toman el relevo de los magnetizadores del primer romanticismo. La finalidad de la exposición es “explorar el valor artístico de las producciones textuales gráficas o materiales de estos individuos excepcionales que son los mediums, en lo que contienen de inaugural en cuanto al descentramiento del papel del artista y a la afirmación de los poderes del subconsciente”.
Por lo que respecta a las experiencias de Víctor Hugo con las mesas parlantes, Gérard Audinet corrobora el papel central de Charles Hugo, hijo del poeta y también un interesante escritor, especialmente por su extraña novela sobre el alma universal Le cochon de Saint Antoine. Charles Hugo es quien se excede a sí mismo en estas sesiones, entregándose a la escritura automática (y al dibujo), de la que da una de sus primeras descripciones.
La nueva “mesa redonda” se convierte en una “religión democrática, anticlerical y cientificista”. Lo último en particular ocasionará la crítica demoledora de René Guenon, como si ya en la época fuera imposible escapar a la impostura científica, y en cuanto a la línea proletarizante, no deja de anotarse la experiencia (contemporánea a la de Jersey) del pequeño círculo fourierista de la rue de Beaune, desarticulado por la partida para Texas de Victor Considerant y por la censura bonapartista.
Desfilan luego los nombres de Victorien Sardou, Camille Flammarion (que funde espiritismo y astronomía y lanza la boga marciana), Léon Petitjean y la adorable Hélène Smith (referente mayor del surrealismo, con su carta del juego de Marsella realizada por Victor Brauner), antes de que se nos presenten fichas y fotos de los principales protagonistas del momento de Jersey.
Jerôme Godeau, en el segundo apartado del libro, nos recuerda que “Lo que dice la boca sombra”, poema capital de Víctor Hugo, procede del dictado de las mesas parlantes y resalta el valor de las 39 espectaculares fotos de paisaje de Jersey que hizo Charles Hugo, y en las que, a la vez que capturaba el “alma” del lugar, ponía la semilla de muchas creaciones plásticas y poéticas de su padre, entre ellas las arquitecturas fantásticas dibujadas entre 1854 y 1855. Las fotos, los dibujos y los collages tanto de Charles como de Víctor Hugo son luego bien representadas, incluidos el extraordinario collage Jersey del primero y, del segundo, el dibujo del dolmen “donde me ha hablado la Boca de sombra” y los titulados La Boca de sombra, Sol negro y Mi destino.

Víctor Hugo, Dolmen donde me ha hablado la Boca de sombra

En la tercera parte, los “artistas mediums” son Victorien Sardou (el gran pionero, con sus increíbles mansiones, pero no con el dibujo de la rue de la Vieille Lanterne que ejecutó la mañana siguiente al ahorcamiento de Nerval), Fernand Desmoulin (evocado también en “El mensaje automático” por André Breton, quien aún se interesaba por él en los años 60) y Léon Petitjean (de quien hay en “El mensaje automático” no una, sino dos ilustraciones, y cuyo único dibujo conservado ilustra la portada del libro).
Los “mediums artistas” a que se dedica la cuarta parte son Hélène Smith, Hugo d’Alesi y el conde de Tromelin, este también presente en “El mensaje automático”, y de quien se reproduce un impresionante cuadro de mujeres y monstruos, hoy en la colección del art brut de Lausanne:


El cuarto capítulo versa sobre la metafísica, que Renaud Évrard y Bertrand Mehéust miran como una posible “ciencia surrealista”. El Instituto de Metafísica Internacional –aún vigente– considera desde el principio el espiritismo como un fenómeno que debe apoyarse en pruebas científicas, y vive sus años de apogeo en coincidencia con los de primera euforia del surrealismo, que busca explorar lo subliminal sin reducirlo, como Janet, a lo psicopatológico, y por supuesto sin ninguna creencia en los espíritus. André Breton asiste en 1927 a una sesión de videncia/metagnomia, de la que es desalojado por la policía, pero en los años 50, a raíz de que Jean Bruno publicara en la revista del Instituto, dentro de un número especial dedicado al arte y el ocultismo, el artículo “André Breton y la magia cotidiana”, Breton adopta esa bella expresión para su artículo en el primer número de La Tour de Saint-Jacques, que había lanzado el director de la propia Revue métapsychique, Robert Amadou, a lo que se suma el hecho de contar para L’art magique nada menos que con cuatro miembros del Instituto. Recuérdese que ya en 1950, Amadou había incluido un texto de Breton (“Preliminares sobre Matta”) en la magnífica Antología literaria del ocultismo (antología por cierto que, traducida al español en los años 70, mucho me impresionó en su momento). Otro componente del Instituto, Yvonne Duplessis, es autora de un manual sobre el surrealismo (criticado en su momento por Jehan Mayoux) y de Surréalisme et paranormal. Aspect expérimental du surréalisme (1998).
Las imágenes que ilustran este capítulo pertenecen al prodigioso minero Lesage, a los polacos Gruzewski y Kluski (con sus turbadores vaciados ectoplásmicos, capítulo capital del inquietante motivo de la mano cortada), la enigmática S. V. y la no menos enigmática productora de ectoplasmas Eva C. (Marthe Béraud).
Alexandra Bacopoulos-Viau se encarga del capítulo sexto, sobre el mensaje automático (“Automatismo, o las tinieblas de la psique”), donde habla de las máquinas y los autómatas y de las concepciones del automatismo (Janet, Myers, Flournoy, William James, Freud, Ferenczy) y su viaje “al fondo de lo desconocido”. Las ilustraciones son aquí de Desnos, Man Ray (el frontispicio de “El mensaje automático”, con la bola de cristal de los videntes, que había originado en 1933 una de las investigaciones experimentales sobre el conocimiento irracional del objeto, publicada en el número último de Le surréalisme au service de la révolution), Masson, Tanguy y Nadja, nombres cuya presencia no necesita explicaciones, y a los que, en la cuestión tratada, hay que sumar al menos, por supuesto, el de René Crevel.
El epílogo se ocupa, por un lado, del arte espiritista “salvado” por el art brut, y, por otro, de la continuidad del espiritismo a través de un Philippe Deloison (1944), médium desde los 8 años, pintor y creador de joyas y de dibujos automáticos y mediúmnicos (estos con lápices de colores y acompañados de los textos que escucha), quien compara el estado mediúmnico al de la meditación zen y experimenta en los espacios de la naturaleza sublime. Uno de sus dibujos lleva por título El espíritu de la naturaleza de las piedras. “El espíritu de las piedras. Lo que tú crees inerte, está más vivo que tú, a menudo”, lo que nos lleva a los subversivos “Versos dorados” de Nerval. Hay en este capítulo imágenes de Joële, Madge Gill y Georgiana Houghton, a nadie ocultándosele la importancia fundamental de las mujeres en el arte mediúmnico
En anexo hay una pequeña antología de textos: Charles Hugo, Victorien Sardou, Léon Petitjean, el conde de Tromelin, S. V. y Eva C. La cronología, en fin, va de 1830 a 1933, y la bibliografía, por lo que se refiere al arte espiritista, se compone de los catálogos Art spirite médiumnique visionnaire(1999) y L’Europe des esprits ou la Fascination pour l’occulte, 1750-1950, el segundo ya reseñado en estas mismas páginas de “Surrealismo internacional”.