miércoles, 26 de diciembre de 2012

Calvet, Cesariny, Lemos, Vespeira

El fin de año trae una avalancha de publicaciones de la infatigable Fundação Cupertino de Miranda, en Famalicão.

Carlos Calvet, Horizontes inmemoriales, 1999

Tenemos para empezar el catálogo de Carlos Calvet, que pasa a ser el más amplio y notable de los dedicados a este gran pintor, aparte el titulado Carlos Calvet. 60 anos de pintura. Lo publica el Centro de Estudos do Surrealismo, su título es Explorador de horizonte. Carlos Calvet y acompaña una exposición comisariada por António Gonçalves y Perfecto E. Cuadrado. Consta de 140 páginas, con la reproducción a todo color de 112 obras, las cuales dan una buena visión de su trayectoria, ya que van de 1944 a 2012.
En las primeras páginas hay textos, diferentemente datados, de António Gonçalves, Maria João Fernandes (quien se equivoca doblemente al afirmar que el nerorrealismo era un movimiento “de cariz político y revolucionario”, mientras que el surrealismo era “igualmente revolucionario pero en el plano estético”), José Augusto de França, Lima de Freitas, Rui Mário Gonçalves y el propio Carlos Calvet. Los de este son de 1984, 1996, 2005 y 2008, y del tercero entresaco estas palabras: “Hay para mí, en la realización de una pintura, algo comparable a un viaje, un trayecto sui generis que solo voy descubriendo a medida que penetro en él, teniendo como orientación apenas una idea-imagen. Y a lo largo de ese viaje, hay también una batalla que trabar”. Esa batalla es en el fondo, para el pintor, “la búsqueda de una verdad interior, prueba de libertad y de una cierta plenitud”.
He admirado desde hace muchos años la obra de Carlos Calvet. En 1997, residiendo en Oporto, tuve la fortuna de coincidir con una inolvidable exposición suya en la galería Presença, situada frente a los raíles por los que subía y bajaba –ya no– el tranvía de la Boavista. Me impactó tanto aquel puñado de misteriosos y poéticos acrílicos que salí anonadado a respirar los aires de las orillas oceánicas, especialmente violentas, que del Castelo do Queijo llevan a la desembocadura del Duero. Luego hice una reseña para la prensa de Tenerife, hurtándome alguien del periódico el catálogo, que nunca más vi. Pero recuerdo muy bien aquellos cuadros, y por suerte anoté algunos de sus títulos: “Las torres sibilinas”, “Fuerza indomable, noche serena”, “El pescador poeta”, “La fuerza del destino”, “Recuerdo del navío incendiado”, “En el retorno de la noche”... Un año antes, en la galería lisboeta de S. Mamede, Carlos Calvet exponía “El viajero en busca de su viaje”, “El farero filósofo”, “Por entre fraguas”... Y otros títulos que conozco de este ilustrador de la Historia trágico-marítima son “Es día claro en el oscuro océano” y “¡Ah, todo el muelle es una saudade de piedra” (conocida frase de la “Oda marítima” de Fernando Pessoa).
Dan estos títulos una sugerencia de la atmósfera característica de las pinturas visionarias de Carlos Calvet, para quien el propio cuadro es una “nave simbólica”. Pero este catálogo, además, evidencia que esa línea visionaria arranca ya de sus primeros años, como puede apreciarse con “Fin de verano” y “El hombre-barco”, ambos de 1949, y con “La adormecida”, de 1950. Desde fines de los años 40 se interesaba Carlos Calvet por el surrealismo, participando incluso en la exposición “Os surrealistas”, de 1949, y en cadáveres exquisitos de los que se reproducen aquí dos, con Mário Henrique Leiria. En conexión con todas estas obras encontramos en el catálogo actual piezas tan extraordinarias como “El palacio arrogante” (1961), los dos guaches sin nombre de 1976 y 1977, “Horizontes inmemoriales” (1999) y “La nave petrificada” (2009).
Este catálogo reproduce un encantador homenaje a los dibujos del gran Winsor McKay: “Little Nightmare in Nemoland”, de 1971, y al final hay una serie de cinco guaches y técnica mixta sobre papel, no titulados y de rugoso colorido, que muestran cómo, contrariando sus 84 años, Carlos Calvet aún abre caminos de la inspiración.
En la bibliografía, se incluyen sus “Apuntes sobre geometría sagrada”, publicados a lo largo de cinco números de Colóquio-Artes, lo que nos recuerda la dimensión teórica de este lúcido arquitecto que sumó en muchos de sus cuadros dicha geometría mágica al misterio chiriquiano y a la faceta colorista del pop.

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De Mário Cesariny publica la colección Documenta Mário Cesariny. Cartas para a Casa de Pascoaes, y el Centro de Estudos do Surrealismo Les hommages excessives.
Sabido es el fervor de Cesariny por Teixeira de Pascoaes, un gran poeta sin duda, aunque no tiene sentido oponerlo a Fernando Pessoa. Cesariny visitó numerosas veces la casa de Pascoaes junto al bucólico río Tâmega, cerca de la cual pasaba la ya desactivada línea de un precioso tren de vía estrecha, casi de juguete, que yo tomé en pletóricos tiempos tantas veces. Las relaciones de Cesariny con la obra de Pascoaes comenzaron en los años 60, y tanto se empapó de él que al final de su vida hasta se le parecía. En 2002, Assírio & Alvim dio a la luz la antología Poesia de Teixeira de Pascoaes, realizada por Cesariny.
Las cartas a João y Maria Amélia Vasconcelos, en su mayoría breves, son en total 53, y como suele ocurrir el interés oscila de lo mucho a lo lamentable (como cuando le pide a su anfitrión le busque otro cuarto a Cruzeiro Seixas porque ronca mucho, o cuando nos informa de los dolores que le produce un colmillo). Pero ocurre que este volumen de 304 páginas se enriquece enormemente gracias al prólogo y las notas y comentarios de António Cândido Franco, quien ha hecho un trabajo concienzudo, plenamente documentado y certero, en que nos brinda una cantidad de informaciones enorme sobre muchos de los protagonistas de la aventura surrealista portuguesa y también sobre personajes de lo más vario que se han cruzado con ellos, añadiendo además buenos anexos biográfico-bibliográficos. Recordemos que en 2010 había este estudioso de Pascoaes publicado Teixeira de Pascoaes nas palavras do surrealismo em português, donde mostraba ser tan buen conocedor del surrealismo lusitano como del vidente del Marão, esto último ya sabido por sus ediciones en Assírio & Alvim.
En cuanto a Les hommages excessives (Caderno 11 del Centro), reproduce el facsímil de la fotocopia del cuaderno original, compuesto de 11 homenajes, casi todos ilustrados y algunos ya conocidos por su publicación en Primavera autónoma das estradas. Las fechas de escritura son dispares, y los homenajeados André Breton, Victor Brauner, Alexandre O’Neill, Fernando Azevedo, António Pedro, Marcelino Vespeira, João Moniz Pereira, el propio Cesariny, Alfred Jarry, António Domingues y António Dacosta –los dos últimos en homenajes no “a” sino “con”.

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También en la colección Documenta, se reproduce el facsímil de una obra inédita de Fernando Lemos y Marcelino Vespeira: Adélia e Kovaco, datada en 1950. Se trata de una pieza teatral escrita al alimón, por textos automáticos separados, en un café de Lisboa, ocupándose Lemos del personaje de de Kovaco, “un cura seco asexuado y perseguido”, y Vespeira del de Adélia, “una hembra erótica, destemplada”. En la breve nota al texto, Fernando Lemos se refiere a estas “escenas marítimas, aire libre entre lo asustador y lo absurdo”.
No fue esta la única colaboración de ambas figuras del surrealismo portugués, ya que, tras haber viajado en 1949 a la Isla Berlenga, uno de los espacios más arrebatadores de Portugal, en 1951 compusieron el argumento de la película Rosa de areia, que la Fundação dio a conocer en 2010 (Caderno 8 del Centro). Al año siguiente expusieron junto a Fernando de Azevedo, en una muestra que creó un revuelo lamentable, o no se estuviera en plena cadaverina salazarista. Lemos decidiría en ese momento exiliarse al Brasil.
Adélia y Kovaco acompaña cada una de sus 10 páginas de dibujos alusivos hechos por Vespeira, como el que aquí vemos.