lunes, 28 de mayo de 2012

Gráfica Gralha lanza nuevas imágenes de Zuca Sardan

54 nuevas imágenes de Zuca Sardan, dispuestas sin ton ni son, que es como debe ser, acaba de publicar, en 30 ejemplares, Gráfica Gralha.
El título de este cuaderno es Ximox (¿o Ximok?), y sus páginas se componen de “graffiti”, “recollages”, “remix” y “vignettes”, mostradas a través del caleidoscopio oval de este artista del dibujo, la palabra y el humor. Abundan las mujeres voladoras, provistas, como todas las damas de Zuca, de grandes atributos; músicos y cantantes que se desgañitan; castillos góticos; insectos que parece se han metido entre las páginas; figuras diabólicas, míticas y mitológicas; fantoches con sus medallas; personajes ya conocidos de algunas de sus sagas. Y enigmáticos textos en alemán antiguo.
Zuca Sardan gusta de urdir en sus dibujos encuentros pasmosos, entre lo cómico y lo absurdo. Pero la verdadera sorpresa, permanente, es nuestro encuentro con sus invenciones. A ellas parece conducirnos la acomodadora de cine de la página 19, una oronda, risueña y descotada fumadora de habanos que tal vez sea la acomodadora del Cine Drácula, abierto en el abismal castillo de la página 16. Pero quedémonos por ahora con esta página:

Jazz y surrealismo


No hablamos hoy de un nuevo libro, sino de uno que no existe. Y cuya ausencia se hace sentir crudamente.
Lo más que se ha tratado es el interés del surrealismo de los años 20 y 30 por el jazz, pero sin siquiera profundizar mucho en ello. No solo muchos surrealistas han sido grandes aficionados al jazz, sino que han escrito páginas críticas sobre esta música, se han inspirado en ella para sus creaciones verbales o plásticas y hasta la han practicado, de modo aficionado o incluso profesional, como es el caso de George Melly, el más grande cantante de jazz europeo.
Instrumentistas de jazz han sido Fabio de Sanctis, Louis Lehman, Jaroslav Jezek, Guy Ducornet, Jean-Claude Biraben, Ludvik Svab, Ulf Gudmundsen...
Críticos de jazz, o que se han inspirado en el jazz, han sido Maurice Henry, Jorge Cáceres, Gérard Legrand, Jorge Camacho, François Valorbe, Claude Tarnaud, Élie-Charles Flamand, Alain Joubert, Ernst Moerman, Anthony Earnshaw, Jimmy Ernst, Rik Lina, Paul Garon, Ted Joans...
Unos han sido entusiastas del hot jazz, otros del jazz más moderno, que surge con el bop. En ambos casos, ha sido esencial la relación intrínseca entre el automatismo y la improvisación, pero también la fascinación por el ritmo y la vitalidad de esta música de raíces africanas en tanto opuesta a la llamada “música clásica”, que es una de las glorias perennes de Occidente y de su burguesía. Señalemos también el apartado capital que hay que dedicar a los blues y a su infinidad de letras fascinantes, todo un mundo en el que uno de los libros de referencia es obra, precisamente, de un surrealista: Paul Garon, con su Bues and the poetic spirit.
En el dúo de imágenes con que ilustramos esta nota vemos la portada de un libro de poemas íntegramente dedicado al jazz y el retrato de Duke Ellington por Max Bucaille –Duke Ellington visto como el monstruo musical que era, un poco equivaliendo en su terreno a lo que fue Picasso para el arte. Significativo es que la portada del precioso libro de Valorbe la haya hecho Wifredo Lam.
Valorbe: “Et chacun de ces blues est un moment comblé / Assumant notre solitude et nous aidant / A guérir sans arrêt ni retour du mal d’être”.

Aquí y ahora


Volvemos hoy al catálogo de la colección Sherwin, A collector’s eye. British surrealism in context. Se trata, hechas las salvedades señaladas, de un muy bello libro, con preciosas ilustraciones y a fin de cuentas centrado en el surrealismo, que domina sobre otras corrientes. El estudio de Michel Remy, como de costumbre, es óptimo. A él debemos tener una visión clara y rica del surrealismo británico, no ceñida a los años 30 y 40. Su trabajo de ahora, tras una introducción de carácter general, se centra en las obras surrealistas del catálogo, y contiene en el último apartado, “Here and now”, una reflexión sobre la vigencia del surrealismo:
“The great interest of the Leeds exhibition resides in the irrefutable evidence it provides for the continuation of the surrealist proposition. The presence of contemporary surrealists, one might say of the fourth generation, gives it a singularly atemporal quality. Indeed, is there a single young contemporary vorticist, or cubist, or post-impressionist? This apparently absurd question says it all about the permanent validity of the surrealist spirit, founded on an ever-renewed, ever-self-challenging, theory-diffident approach, rooted in the essence of man and never losing sight of its ontological status. Every surrealist work protest and refuses reduction, explanation, interpretation and self-satisfactions, leaving it to the individual to decide, however temporarily”.
Michel Remy habla en seguida de Desmond Morris, John Welson, Tony Pusey, Oscar Mellor, Anthony Earnshaw, Paul Hammond, Glen Baxter y Patrick Hughes, hasta llegar a la revista Phosphor, que el grupo surrealista de Leeds publica actualmente.
Luego están las “confesiones” del propio Jeffrey Sherwin, coleccionista empedernido de las obras surrealistas, incluso en una etapa en que este movimiento ya no estaba en el candelero de las llamadas “vanguardias artísticas”. Arriba lo vemos en su casa, hace cuatro años, soplando un instrumento bizarro. No aparece en la siguiente foto, porque seguramente la sacó él, pero sí que están tres de los gigantes de la aventura surrealista en Inglaterra –Conroy Maddox, Desmond Morris y Georges Melly–, lo que muestra las buenas, incomparables amistades que ha tenido, y que tanto lo honran:

lunes, 21 de mayo de 2012

Ludwig Zeller: “Femme en songe”

Este jueves, 24 de mayo de 2012, se presenta en el Bar Populaire de St-Laurent, Montreal, una nueva publicación de Ludwig Zeller: Femme en songe suivi de Quand l’animal des profondeurs surgit la tête éclate. En un evento donde se leerán poemas de Raúl Henao y Fernando Palenzuela y se presentará Insoumission poétique (el libro de Guy Girard sobre los escritos colectivos del grupo surrealista de París de 1970 a 2010), estará presente como invitada especial Susana Wald, que es quien ha ilustrado Femme en songe. Este libro es una nueva publicación de las Ediciones Sonámbula, que prosigue así una andadura ya muy fecunda.
La obra de Ludwig Zeller, cuya infatigable y admirable trayectoria surrealista se inició en Santiago de Chile nada menos que en 1953, es inmensa, en los dos sentidos de la palabra: por su valor y por su extensión. Muchas de sus creaciones han sido realizadas en tándem con su compañera, Susana Wald, ella misma una interesantísima artista y escritora. Recordemos que la Fundación Eugenio Granell, en 2008, publicó, precisamente, el precioso libro Susana Wald & Ludwig Zeller, con un apartado dedicado a su obra conjunta. En él no podían faltar estos deliciosos sellos, con que celebraban en 1974 los cincuenta años del Primer manifiesto:

British surrealism

Un libro que falta nombrar en Caleidoscopio surrealista es este sobre la pareja psicoanalítica del surrealismo, Grace Pailthorpe y Reuben Mednikoff. Lo publicaron, con motivo de una exposición que tuvo lugar en 1998, los Museos y Galerías de Leeds.
Tras una presentación del “curator” de los Museos, perfectamente sobrante y hablando del “papa del surrealismo”, nos encontramos con un breve texto de Michel Remy, sobre el “surrealismo irreductible” de Grace y Reuben, un ensayo central de Andrew Wilson, y otro, más ocupado en los aspectos psicoanalíticos, de David Maclagan. Las reproducciones son abundantes, muchas a todo color.
Este libro cuenta además con un apéndice documental donde se incluye el artículo que Grace Pailthorpe publicó en el n. 7 del London Bulletin (1938-1939), “El aspecto científico del surrealismo”. Causó un gran revuelo, y tras él se reproducen tanto las respuestas de Werner Von Alvensleben y Parker Tyler, en los números 13 y 17 de la misma revista, como, en el 17, la de Grace Pailthorpe al primero. Una polémica de gran nivel y del máximo interés para las cuestiones del surrealismo y el psicoanálisis y del arte y el automatismo. También podemos acceder aquí al prólogo de ella al catálogo de la exposición que la pareja, a inicios del 39, hizo en Londres.
Pese a las reservas que se hayan podido hacer hacia estas dos figuras, restan incuestionables tanto su sinceridad como su identificación con el surrealismo. Un surrealismo en efecto “irreductible”, con el cultivo indagador de un automatismo absoluto.

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Este libro de Andrew Lambirth, publicado como catálogo de una exposición a fines de 2008 en la galería Pallant House de Chichester, interesa por iluminar una faceta importante de la obra de esta artista esencial en el panorama surrealista británico, aunque tampoco falten sus pinturas. Por lo que se refiere al planteamiento general, tanto el director de la galería (con otro escrito superfluo) como el “curator” intentan alejar a su estrella del surrealismo, contra toda evidencia y alegando motivos irrisorios: los aspectos abstractos de sus obras, la amplitud de sus intereses, su gusto de la independencia... De resto, Andrew Lambirth aborda competentemente las obras del catálogo a que se va refiriendo.
Aquí tenemos, en toda su exuberancia, la maravillosa inventiva de Eileen Agar, quien, aun en 1988, decía: “Grupos surrealistas están siempre surgiendo en distintas partes del mundo, incluso en los países menos imaginables, y nuevos poemas, pinturas y objetos surrealistas son constantemente producidos. Yo no puedo sino saludar este inextinguible espíritu de creatividad”.
El collage de la portada se titula “Paisaje erótico”, y es de hacia 1942, mientras que esta adorable danza sobre los tejados tuvo lugar algún feliz día de 1937:


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Interés más restringido tiene este catálogo de la colección Sherwin, ya que el contexto artístico del surrealismo nos interesa mediocremente. Junto a muchos de los nombres del surrealismo británico aparecen otros que ni siquiera viajan en el tren de cercanías. Por lo demás, en las notas a las figuras tratadas (concretamente en las dedicadas a Ithell Colquhoun y a Grace Pailthorpe), no faltan las idioteces de costumbre sobre el surrealismo.
Pero hay aquí muy bellas ilustraciones (y algunas muy poco o nada conocidas), un brillante estudio de Michel Remy abordando las obras de la colección, un artículo de Silvano Levy analizando con lupa el conflicto entre Mesens y Toni del Renzio y un texto del propio Jeffrey Sherwin –un personaje sin duda encantador– sobre sus amistades surrealistas, con deliciosas anécdotas sobre Conroy Maddox y Tony Earnshaw.
Recordemos que el propio Michel Remy hace una reseña de este volumen en el n. 97 de Infosurr.
La imagen de la portada es de Conroy Maddox: “El patio de recreo de la Salpêtrière” (1975), hospital donde trabajó Charcot.

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En 2002, Peveril Press publicó este libro donde se aborda el año en que Paul Nash vivió en Swanage, Dorset (1934-1935), un año decisivo, que influyó grandemente en su obra inmediata, sin duda la más valiosa y cercana al surrealismo.
Al final del estudio de Pennie Denton, se incluye el artículo de Paul Nash “Swanage, or Seaside Surrealism”, publicado en 1936 y no reproducido desde la autobiografía del artista (1949).
El influjo profundo de los espacios naturales de Swanage –en cuadros, dibujos, fotos y objetos encontrados– marca tanto el “Evento en las colinas” de la portada como este “Paisaje de un sueño” (1936), que mucho gustó a André Breton:


En julio de 1935, Eileen Agar le envió a Paul Nash una caja de conchas pintadas y una acuarela con un “monstruo de la playa”, que venía a ser un ancla llena de concreciones marinas, que había encontrado medio enterrada en la playa. Paul Nash fotografía el ancla, la recorta y la pega sobre una foto de la costa de Swanage. Posteriormente, incluirá la figura, pero evidenciando lo que es, junto a las que componen la preciosa obra “Swanage”, hecha con pluma, acuarela y fotocollage, y hoy en la galería Tate. El collage ilustraba el citado artículo de 1936:

Lo mítico y lo imaginario

Este reciente diccionario ofrece bastante interés, a pesar de lo descompensado de muchas de las materias y de presencias que no serían absurdas si la obra, en vez de sumar 1.300 apretadas páginas, tuviera 13.000. Pero dejando esto de lado, y el exceso de mundo clásico y de cultura gala, ciñámonos a lo que más puede atraer a quienes navegan en el largo y ancho buque surrealista.
Para empezar, hay un espléndido artículo de Jean-Michel Dévesa sobre el País Natal en Aimé Césaire. Las entradas específicas sobre el surrealismo son las que hace Jean-Dominique Poli al mapa del “Mundo en la época de los surrealistas” y al “Teide de André Breton”. Breton está también presente en el artículo sobre Lusignan. De Michaux se abordan el Infierno y la Gran Garabagne.
Excelente es el trabajo de Geneviève Goubier-Robert sobre Silling y los distintos castillos de Sade, incluido el de nuestro entrañable amigo el Ogro Minski. El artículo sobre la Shangri-la de los Horizontes perdidos de James Hilton y Frank Capra hubiera quedado mejor si no se hubiera olvidado, al hablar de su influjo, a Stanislas Rodanski, cuya vida cambió la versión fílmica.
Más lugares tratados: el África de Raymond Roussel, el Amazonas de la Pentesilea de Kleist, “El Otro Lado” de Kubin, el Reino de Butua de Aline y Valcour, los Cárpatos de Julio Verne y Bram Stoker, la Megapatagonia del insólito libro de Rétif de la Bretonne El descubrimiento austral por un hombre volador, el Oriente de Gustave Moureau, el Promontorio del Sueño de Víctor Hugo, el Reino Subterráneo de Jan Potocki. Hay también, por supuesto, muchos artículos dedicados a la Materia de Bretaña.
Este libro, aunque su objetivo sea fronterizo, no iguala a la Guía de lugares imaginarios (1980), de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi, un libro que infelizmente, en su edición grande de Alianza Editorial, se ha vuelto muy difícil de conseguir a un precio razonable. Para empezar, la Guía tenía unos útiles planos, y al final un índice no menos útil. No faltaba allí el Locus Solus (ni el imperio de Ponukele-Drelchkaff de las Impresiones de África). Tampoco, el Monte Análogo de René Daumal:


Jarry aparecía en la Guía gloriosamente representado, con los lugares que visita el Dr. Faustroll. Y recordemos la Agartha de Saint-Yves de Alveydre, El Ombligo de los Limbos de Antonin Artaud, la Harmonía de Fourier, los espacios de El mar de las Sirtes de Julien Gracq, la prevertiana isla de Comoantes o la Ciudad Fluorescente de los Grains et issues de Tristan Tzara, con sus “maniquíes-testigos”. Pero en fin, aparte estos espacios muy del surrealismo, hay muchísimos otros, sobre todo del Medievo y del Romanticismo, que no pueden dejarnos indiferentes. Un libro a revisitar siempre.

lunes, 14 de mayo de 2012

Centenario de Mary Low

Se cumplen hoy, 14 de mayo de 2012, cien años del nacimiento de Mary Low. La publicación clave sobre ella es el librito de Syllepse Sans retour. Poèmes et collages (2000), publicado en la colección “Les Archipels du Surréalisme”, con cubierta de Max Schoendorff, prefacio de Gilles Petitclerc y biografía de Gérard Roche. Este libro lo distribuye Infosurr, y hasta lo ofrece con la suscripción de colaboración. Nosotros hemos decidido, para recordar a Mary Low, figura entrañable del surrealismo y combatiente de una revolución social no por siempre aplazada menos necesaria, traducir el texto biográfico, impecable, de Gérard Roche, que ilustramos con uno de sus collages, el poema que le dedicó Juan Breá (con quien la vemos en esta emotiva fotografía) y una de las ilustraciones de Wifredo Lam para Alquimia del recuerdo. Mary Low murió en 2007, siete años después de que Gérard Roche escribiera esta pequeña biografía.
Bibliografía de Mary Low:
Red Spanish Notebook, 1937; reeditado por City Light Books, San Francisco, 1979, con prefacio de Eugenio Granell; Carnets de la guerre d’Espagne, Verticales, París, 1997, con prefacio de Gérard Roche; Cuaderno rojo de Barcelona, Alikornio, Barcelona, 2001.
La saison des flûtes, Éditions Surréalistes, Praga, 1937; reedición facsímil en Araibe sur Seine, 1987, con prefacio de Edouard Jaguer y cubierta de Jules Perahim.
La verdad contemporánea, La Habana, 1942, con prólogo de Benjamin Péret.
Alquimia del recuerdo, La Habana, 1946, con ilustraciones de Wifredo Lam; reeditado por Playor, Madrid, 1986, con prefacio de Alberto Baeza Flores.
Tres voces/Three voices/Trois voix, La Habana, 1957.
In Caesar’s Shadow, Nueva York, 1975.
El triunfo de la vida/Alive in spite of, Miami, 1981.
A voice in three mirrors, Black Swan Press, Chicago, 1984, con collages suyos.
Where the wolf sings, Black Swan Press, Chicago, 1995, con collages suyos y postfacio de Franklin Rosemont.
Mary Low publicó en varias revistas de los Estados Unidos y Francia. Es autora de un estudio sobre el grupo “H”, grupo del que nos habla Gérard Roche en la nota biográfica. Destaquemos también el rico dossier que le dedicó Arsenal en su  n. 4 (con un collage, una larga “Introducción a Mary Low”, el texto suyo “En la Praga de Hitler”, tres poemas suyos y tres de Juan Breá, el dibujo de Lam que abajo reproducimos y la nota de Orwell sobre Red spanish notebook acompañada del prefacio de James y de un artículo de George Esenwein), así como la entrevista que le hizo Gérard Roche en el n. 6 del boletín de la Asociación de los Amigos de Benjamin Péret, Trois cerises et une sardine, septiembre de 1997.

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“Mary Low”, por Gérard Roche
Mary Low nació el 14 de mayo de 1912 en Londres. Su padre, Vernon Foster-Low, ingeniero de minas, era un lejano descendiente de los condes de Derby, y su madre la hija de Francis Augustus Wright, ministro del gobierno australiano. Es en Australia donde pasa la primera parte de su infancia, para regresar, cuando tiene unos cinco años, a Inglaterra y vivir con sus padres en Chorleywood, condado de Wattford. Sus padres la envían a los once años a una escuela de Lausanne que acogía a los hijos de familias ricas de la aristocracia. Aprende el francés. A los dieciséis años, vuelve de nuevo a Inglaterra para terminar sus estudios.
Su infancia está marcada por los viajes. Sigue a su padre, cuya profesión lo obliga a frecuentes desplazamientos (Francia, Suiza, España). Con su madre pasa el periodo de vacaciones en París. Este gusto de viajar no lo perderá nunca.
Mary Low escribe desde la infancia. Recuerda haber escrito su primer poema a los ocho años. Lee a los poetas ingleses: Auden, Byron, Keats, Shelley, Swinburne; se entusiasma por Huxley, de quien devora toda su obra. En Suiza, lee en clase a Hugo, Musset, Vigny. Se apasiona por las novelas de Balzac. Más tarde, descubrirá por su cuenta a Apollinaire, Baudelaire y Rimbaud.
Cuando alcanza la mayoría de edad, se marcha de su casa y decide instalarse en París. Disfruta de una renta módica que le dan sus padres, pero debe, para vivir, ejercer pequeños oficios. Hace costura o vende libros. En París, frecuenta a la gente sencilla, pero se mezcla también con el medio artístico de origen español y cubano que puebla los cafés donde se toca la guitarra o se baila. En octubre de 1933, encuentra en la Coupole al poeta cubano Juan Breá, que se convertirá en el amor de su vida. Juan Breá (1905-1941) era uno de los iniciadores del grupo “H”, un grupo de poetas de la vanguardia cubana, influidos por la poesía moderna de la Europa de los años 20. Militante comunista de primera hora, fue uno de los fundadores de la oposición trotskista en Cuba.


La vida de Mary Low se une a la de Breá, que la lleva a la aventura surrealista y a la revolución. Recorren Europa: Bruselas, Viena, Belgrado, Bucarest, trabando relación con Magritte, Mesens, Brauner, Perahim. En París, tienen por amigos a Óscar Dominguez, Marcelle Ferry y Benjamin Péret. Cuando la revolución estalla en España, acuden a Barcelona, donde se incorporan al combate revolucionario en cuerpo y alma, encontrándose a su lado a Benjamin Péret. Obligados a huir en enero de 1937 para escapar a los verdugos de la policía política de Stalin que habían asesinado a su amigo Andrés Nin, escriben el primer testimonio de los inicios de la revolución española y los acontecimientos que anunciaban la tragedia que se prepara y que pondrá fin a su esperanza de cambiar el mundo. Red Spanish Notebook aparece en Londres en 1937, con un prólogo de C.L.R James, el futuro autor de Jacobinos negros; lo reseña George Orwell, antes de él mismo publicar Cataluña libre. En Praga, donde se encuentran de enero a agosto de 1939, frecuentan al grupo surrealista en torno a Toyen y Jindrich Heisler, y editan un poemario a dos voces, La saison des flûtes, antes de escapar in extremis, esta vez a los nazis que han invadido Checoeslovaquia.
Refugiados en Cuba durante la guerra, reencuentran a sus amigos poetas del grupo “H” y se instalan en La Habana. Pero el drama acontece: Breá, cuya salud estaba arruinada, muere de tétanos el 17 de abril de 1941. Mary Low intenta suicidarse, pero supera su dolor ayudada por sus amigos. Publica en 1943 La verdad contemporánea, con sus conferencias dadas en Barcelona, cuyo prólogo escribe Benjamin Péret. Finalmente, la poesía se convierte en su razón de vivir y de recordar. Una vez desaparecido el ser amado, “la noche es para siempre”, no hay regreso posible de ese amor y del pasado, pero ella recrea indefinidamente su realidad a través de la alquimia del recuerdo. En 1946 ella publica Alquimia del recuerdo, que ilustra su amigo Wifredo Lam.


En Cuba, Mary Low ha vivido entre La Habana, Santiago de Cuba y otros lugares hasta 1964. En tanto, se ha casado con Armando Machado, con quien tendrá tres hijas. Participa en el movimiento revolucionario que acaba con el dictador Batista. Bajo el nuevo régimen de Castro, enseña literatura inglesa en la universidad de La Habana. Pero muy rápidamente ve cómo se van instalando los métodos estalinistas que ha combatido en España. Su marido, antiguo militante trotskista, es detenido y liberado gracias a la protección de Guevara. Ella se encuentra de nuevo en el bando de los refractarios y de los oponentes. Logra abandonar Cuba en mayo de 1964 y se dirige a Australia, donde se refugia en casa de su hermana. El año siguiente, acompañada de sus hijas, encuentra asilo en los Estados Unidos. Su marido se reunirá con ella al poco tiempo.
En los Estados Unidos, publica varios libros de poesía y una novela sobre Julio César. Allí enseñará durante muchos años latín e historia romana. Incansablemente, intentará recoger los poemas de Juan Breá; logra al fin publicarlos, en 1991, con el título de Poèmes d’alors, que ella misma prologa. Pese a la enfermedad y a su provecta edad, sigue ardiendo en ella la misma llama de su juventud.

Eugène Brands

Brumes Blondes, siempre en la cresta de la ola, acaba de publicar –en neerlandés– las poesías y cuentos surrealistas de Eugène Brands (1913-2002). Ya a fines de 2010 se abría en el museo Stedelijk de Schiedam una exposición de los dibujos y collages de su etapa surrealista, que va de 1938 a 1947, con el título de “El mundo oculto de Eugène Brands”. Y ese catálogo incluía algunos de esos poemas y cuentos.
Figura aislada, Brands se incorpora luego a Cobra, pero de modo fugaz, practicando la abstracción lírica. Escribe Willemijn Stokvis: “En 1950,  conquistado por la figuración Cobra, cree descubrir de repente su fuente de inspiración en el dibujo infantil, pero no por ello renuncia al componente mágico. Desde entonces hasta 1960, de sus manos salen largas series de pequeños cuadros en los que nos muestra un amplio repertorio de signos misteriosos: llaves, candados, pequeñas flechas, piernas sueltas que parecen penetrar en el cuadro viniendo de arriba, manos, barquitos que flotan, etc. Este mismo repertorio aparece después en sus relieves de línea más abstracta y, a veces, incluso irreal. Con todo, lo más personal y característico de su obra es una escritura «laniforme» o «escobiforme» que viene  cultivando y perfeccionando desde 1960. Con ella crea telas, cada vez mayores, que evocan una lírica espacial y en la que destacan sus personalísimos colores. En esta etapa hacen asimismo acto de presencia poderes mágicos que vienen a decirnos que en el cosmos todas las cosas están unidas entre sí y participan de una misma existencia”.
En 1947, Brands destruyó todos sus manuscritos del período citado, pero un amigo de juventud había guardado copias que han sido reencontradas recientemente y que suponen un gran descubrimiento para la poesía surrealista en neerlandés.
Sobre Brands puede verse la página www.eugenebrands.nl, con galería fotográfica, una decena de óleos, cinco aguadas y ocho collages. Nosotros acompañamos esta nota con esta preciosa obra titulada “La esposa del relojero”, de 1952.

“Caleidoscopio”: Mattias Forshage/Jean-Pierre Lassalle

Remitimos a esta inteligente, atenta y sesuda reseña de Caleidoscopio surrealista, realizada por Mattias Forshage, y de la que solo hace unos pocos días tuvimos noticia:
Pese al interés de todo lo señalado por Mattias Forshage, hasta el presente, nada hay que me haga cambiar un ápice el planteamiento de este libro, que será exactamente el mismo si llego a coronar la ambición de sacar en 2016 una edición corregida, actualizada y definitiva. Caleidoscopio surrealista se limita a ofrecer una visión personal del surrealismo, por alguien cualificado (y entusiasta), y tan solo en lo que concierne a territorios y nombres. Lo ideal hubiera sido incluir obras, conceptos, motivos, procedimientos, etc., pero entonces estaríamos ante una obra no de 700 páginas sino de 2000. Y todo tiene su límite, hasta porque también nos ocupamos en la vida de otras cuestiones que nos interesan tanto como el surrealismo.
Las posturas discutibles están conscientemente asumidas. Así, el “impresionismo”, guiado por un instinto al que concedo plenos poderes; la relevancia de anécdotas que en ocasiones revelan una mayor confianza en el mito que en los hechos; o la importancia otorgada en ocasiones a figuras aisladas sobre otras más comprometidas en la actividad colectiva, ante todo porque resulta mucho más difícil afirmarse en un ambiente adverso que en otro donde nos sentimos apoyados y correspondidos –y por cierto que uno no escribe en balde, y desde hace más de cuatro décadas, desde un sitio como el de las horrorosas Islas Canarias.
Otro comentarista de Caleidoscopio nos decía en una carta que desde el punto de vista teórico era obra “algo liviana”. Pero nuestro objetivo no iba en esa dirección, al no tratarse de la tal obra de 2000 páginas. Lo que pretendemos es ser cristalinos. Y lo seremos siempre, con la frontalidad que nos caracteriza.
Por tanto, mi mayor interés reside en las observaciones concretas que se hagan a este trabajo. No solo la detección de los inevitables errores y erratas, sino el enriquecimiento de datos y entradas, como las que nos han hecho llegar algunos amigos. El propio Mattias Forshage nos apuntó hace unos meses algunos fallos, y los más significativos los pusimos ya en el capítulo de “Adiciones y correcciones” de “Surrealismo internacional”. Ahora aporta nuevas observaciones, de sentido diferente.
Una de las características de Caleidoscopio surrealista es la de tratarse de una obra que se apoya grandemente en las múltiples revistas del movimiento surrealista. Claro que hemos llegado hasta donde hemos podido. Hay revistas de muy difícil localización, y otras que solo se consiguen a precios exorbitantes (algo que ocurre también con algunos pequeños catálogos). Solo hace un par de semanas he podido obtener un número de Edda (otro costaba... cerca de 300 euros), y ni siquiera poseo completa la colección de Phases. Más difícil aún es obtener revistas de difusión más restringida, como The Moment, que lamenta Mattias no esté tratada individualmente. Todo el capítulo de Inglaterra se basa, sobre todo, en los estudios altamente competentes de Michel Remy, tal y como es señalado, por lo demás. Y es él, por cierto, quien, en dos ocasiones, habla de la actividad de John Welson y Kathleen Fox en el País de Gales (una de ellas, en la pág. 20 de Au treizième coup de minuit, mientras que la otra, donde habla de “grupo informal”, en otro sitio que no logro ahora mismo localizar). No dispongo, por el moment, de suficiente información sobre The Moment –ni sobre el Surrealist Research Group o el London Surrealist Group– como para darle especial relevancia, que no ha aflorado a las fuentes que manejo. En este sentido, apuntaré que, solo gracias a que Laurens Vancrevel llegó a tiempo avizor de noticiarme la publicación de Invisible Heads pude enriquecer enormemente el relato de la riquísima actividad llevada a cabo en los Estados Unidos por los surrealistas que se separaron del grupo de Chicago. Obras como esa –o como el reciente Other Air respecto al surrealismo checho y eslovaco de las dos últimas décadas– resultan cruciales. En tanto, hace falta quien acerque esa documentación, como sobre otros lugares que menciona Mattias (Minnesota y Turquía).
En cambio, encuentro excesivo decir que la actividad de los años 70 en Inglaterra no está bien reflejada, dada la importancia concedida al grupo de TransformaCtion y a la figura de John Lyle, surrealista de combate siempre ocultado por la crítica académica. ¿Y qué más puede decirse del conflicto de Lyle con Coupure y con Chicago? En cuanto a Mesens, ocurre que, precisamente, no van mis simpatías hacia él en su rechazo de Ithell Colquhoun, por mucho que tampoco me agrade el gusto de esta por formar parte de organizaciones masónicas, y no digamos los trabajos que hizo para iglesias a principios de los años 50...
Los capítulos de Alemania, Italia y Austria pueden parecer escasos, pero... no se puede inventar donde no hay. En el segundo de estos países, comentaré rápidamente un caso revelador. Mi conocimiento de la obra de Renzo Margonari era más bien limitado. Edouard Jaguer dice que, tras sus inicios nuclearistas, se presentó como “parasurrealista”, y así lo trasladé en Caleidoscopio. Por los auspicios de Arturo Schwarz, Margonari se pone en contacto conmigo para aclararme que él se considera surrealista cien por cien. Me envía unos libros suyos que me deslumbran, y que pasan a convertírmelo en una figura central del surrealismo en Italia, porque además ha desarrollado una labor crítica de envergadura. Pues bien: es el propio Margonari quien me afirma coincidir conmigo en la consideración del desastre de la proyección surrealista en Italia, y en las causas que aporto para explicar tal fracaso.
Tampoco creo que los llamados países del Este hayan sido descuidados, y hasta me siento más tranquilo con lo dicho de ellos que de algunos países de la América del Sur. Por otro lado, respecto al “caso Suiza”, Meret Oppenheim, obviamente, está en el espacio París, ya que señalo bien a las claras que lo importante es estar aquí o allá, no ponernos a discutir académicamente si debe ir en un sitio o en otro. La introducción de Aloïse y Wölfli va donde tiene que ir, y además no se olvide, en su paradigma, la presencia de Scottie Wilson en el capítulo británico y de Crépin y Lesage en el francés. Todos ellos despertaron el entusiasmo coetáneo de la tribu surrealista, y justifican para mí su inclusión. En Suiza, no profundizo en Le La porque, sencillamente, solo tengo un número de esa revista, cuya localización en Iberlibro llevaría horas, si es que está, y en cuanto a la actividad de Elephant Celebes o al grupo en torno a Laszlo, la desconozco, lisa y llanamente. Ídem diré de los llamados Recordists, que Mattias presenta como grupo “no tradicional o controvertido”, del que, claro está, quisiera empezar por saber qué piensa del surrealismo y en particular de André Breton, que es para mí la verdadera piedra de toque. Y si desconozco estas cosas, por algo es. El grupo chileno Derrame, en cambio, no solo tiene siete revistas palpables, y llenas de material de interés, sino que el propio grupo ha inventariado su actividad en una de las publicaciones de referencia del movimiento surrealista, o sea Brumes Blondes. Que alguien más competente que yo, y con mejores conexiones internacionales, haga un buen panorama del surrealismo “actual” –para mí, además, lo “actual” no supone un mínimo privilegio.
En el caso de los Recordists, nos trasladamos al apartado de la música, que interesa también a otros surrealistas del presente, hasta el punto del propio Mattias haber señalado, en un muy interesante ensayo sobre la materia publicado en Hydrolith (volumen decisivo del surrealismo más reciente), que “actualmente la música es uno de los aspectos centrales de la creatividad surrealista”. Pero ya me parece estar escuchando la voz aguardentosa del viejo Llampallas, que estuvo atento siempre al surrealismo: “Ametrallados que estamos de música por todas partes y a todas horas ¡y ahora aparecen los surrealistas haciendo más música! ¡¡Mi silencio de oro!!”
Añadamos, por lo referente al surrealismo “actual”, la tendencia invasora a expresarse solo a través de la red. Pero yo no la tengo en mi casa de inquilino, y he de limitarme a buscar algunas cosas en una pequeña fracción de las seis o siete horas semanales en que cumplo permanencias en un despacho inhóspito. Ello explica, por ejemplo, tanta tardanza en advertir esta reseña.
Ojalá hubiera tenido para todos los capítulos de Caleidoscopio surrealista un colaborador como Mattias Forshage lo fue para el de Suecia (o Sergio Lima para el de Brasil, o Laurens Vancrevel y Her de Vries para el de Holanda). Entonces ni necesitaría una segunda edición de esta obra en la que he puesto, desde luego, toda la carne en el asador. O sea, toda la que tenía. De lo que sí se puede estar seguro es de que, tras todo lo que se dice en este libro, y de lo que parecen “impresiones” o de las “anécdotas”, hay un sistema coherente de pensamiento, que cualquiera, si se interesa, puede fácilmente advertir o determinar.
Mattias Forshage, uno de los nombres fijos de la constelación surrealista sueca, es no solo un fino ensayista, sino también poeta y creador de cajas como esta, realmente impactante:

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Otra generosa recensión del Caleidoscopio:
Jean-Pierre Lassalle no solo es un original poeta (La Fuite Écarlate, Poémes Presques suivis de La Grande Climatérique, L’Écart Issolud suivi d’Agalmata, los tres editados en Toulouse entre 1998 y 2001), sino que ha sido un hombre fiel a su fervor surrealista desde que, en 1959 le enviara una carta a André Breton, que este publicó en el n. 9 de Bief. Breton le dedicará uno de sus libros con estas palabras: “A Jean-Pierre Lassalle, que sabe acariciar el pájaro en la piedra”. Varios cuadernos publica en años sucesivos: Le Grand Patagon (1962), el artaudiano Retour de Rodez (1963), Brusquement les oiseaux (1968), Diramant (1969), Enfin Lepante (1971).
Insólita obra es Agalmata, compuesta de poemas gráficos, collages, dibujos y postales desviadas, todo de fines de los años 50, pero seguida de un manifiesto posterior, soberbio, con la idea de la creación de una orden de caballería poética en que esplenden las figuras de Isidore Ducasse, Alfred Jarry, Raymond Roussel, Antonin Artaud, André Breton y... el Gran Patagón. Vemos aquí dos imágenes de Agalmata:


Medio siglo después de Bief y de Agalmata, Jean-Pierre Lassalle aparece en Brumes Blondes (n. 8, 2010), como poco antes lo hacía en S.u.rr... Y eso lo dice todo.
Lo que me señala acerca de André Liberati es, por ejemplo, algo que ya tengo en consideración. Por venir de quien viene.

lunes, 7 de mayo de 2012

Jean-Pierre Guillon

Nacido en la Bretaña en 1947, Jean-Pierre Guillon ha muerto recientemente.
Jean-Pierre Guillon fue siempre fiel al surrealismo, y esto es una manera de hablar, ya que la idea de fidelidad connota un sentido de obligación que no existe para quienes nos hemos entusiasmado con el surrealismo y en ningún momento hemos perdido ese entusiasmo, de carácter sin duda que visceral. Jean-Pierre Guillon “está” en el surrealismo desde el n. 7 de La Brèche, cuando solo tenía 17 años, hasta el último número de S.u.rr..., la revista actual del grupo surrealista de París. Sin renegaciones, sin distancias, sin idas y venidas.
Todo Jean-Pierre Guillon está ya en el muy bello poema que le publicó en 1964 el director de la Brèche, o sea André Breton: “3º sueño y naufragio del Múltiple Blanco”, ya que Guillon fue ante todo un poeta que auscultaba el universo de los sueños. El poema, extenso, se originó en una frase de sueño que había tenido un año antes: “Los hombres del sueño vivían cien millones de años; cada uno de ellos tenía veinte años: era la edad deseada por Avalcanti cuando su viaje en 1629”.
Hace luego oídos sordos al decreto liquidacionista de los Schuster, Pierre, Courtot y compañía, prosiguiendo la aventura surrealista también en su dimensión colectiva, y así nos lo encontramos en el Bulletin de Liaison Surréaliste, que no solo aglutinaba a una serie de nombres claves del grupo sino a surrealistas de otros países, como siempre ha sido de ley en el movimiento surrealista, centrífugo donde los haya.
En el n. 3, su colaboración se titulaba “Le burgeon-corail”, tratándose de nuevo de un título de origen onírico, en este caso el de un cuadro de A.B. (supongo que André Breton) “percibido en sueños”. Es una serie de frases como las del Le La de Breton (su última publicación poética), o sea mensajes escuchados en sueños. Así las presentaba el poeta:
“...Frases de sueño, de duermevela o de vigilia, presentan todas ese carácter repentino que las proyecta bruscamente sobre la pantalla –siendo lo más bello que en ese momento el espíritu del que emanan no tiene una dirección determinada, sino que se dirige hacia otra parte.
Que la comunicación, comúnmente considerada como la virtud esencial del lenguaje, se vea aquí maltratada, no es razón para detener en tan buen camino a los que están decididos a no satisfacerse con el mundo tal y como se ofrece, ya que su única intención es la de hacer caso omiso.
Fragmentos de sentencias o de de enigmas cuyo sentido, con respecto a la razón clara, se revela al menos difícilmente penetrable, esas frases evidencian en todo caso la permanencia en el ser humano de una corriente continua, perceptible en ciertos momentos privilegiados –no teniendo la poesía otra esperanza, otro deseo que el de recrear, hasta el infinito, la magia trastornadora de tales instantes”.
Algunas de esas nuevas frases son: “El Cáucaso abrirá sus puertas sobre un nido de serpientes”. “Sobre las 202 hojas del corsario Oxígeno preparad los 103 cubiertos de Nina”. “Ve más allá de los ojos”. “Pinta tus pájaros”. “Los arenques de la luz...”. “Hacia el Este Juan domina las cabezas de pétalos de caucho multicolor”.
En el n. 9 de la revista (1974), Guillon escribe una página sobre “Las manos de Anne-Marie”, ilustrado su artículo con estas imágenes de un cuadro de conchas, un óleo, un encaje y una composición con lápices de colores:


De Anne-Marie Guillon nos dice que sus preferencias van a Toyen y Mimi Parent, o sea al corazón del surrealismo. Su artículo acaba: “En cuanto a nosotros, antes incluso de que haya concluido su servidumbre eterna, «las cosas extrañas, insondables, repulsivas, deliciosas» que encontrará la mujer en su conquista de lo desconocido, según el magnífico arrebato de ternura de Rimbaud, «nosotros las cogeremos, nosotros las comprenderemos»”.
En la revista que sucedió al Bulletin, o sea Surréalisme, Guillon interviene con un juego surrealista que ha hecho con sus estudiantes (n. 2). A la vez lo vemos en Phases, la revista con la que muchos surrealistas siempre colaboraron en plenitud, mal le pese a las vestiduras de algún que otro sobreviviente del ya citado y rancio liquidacionismo. En el n. 4 de la segunda serie, de nuevo lo inspira un sueño, en este caso haciéndose coincidir con el centenario de Alfred Jarry y de su “corazón imantado”. Al siguiente número (1975), Guillon da la primera advertencia de su interés por Maurice Fourré, tras haber descubierto La madrina de la sal; aún muy recientemente (2011), prologaba Il faut chaud! et autres nouvelles.
En 1987 publica L’état second y en 1996 Les nuits du veilleur de nuit, celebrado por Pierre Peuchmaurd. En ese mismo año ha surgido S.u.rr..., donde hay numerosas intervenciones suyas, como un anticlerical “ready-made muy avanzado”; la reseña de un libro sobre Alexander Cozens, visto como el gran iniciador del automatismo; el extenso poema “El meollo de la cuestión”, dedicado a Gabriel Der Kevorkian; “Los infortunios de la libertad”, sobre El castillo de la pureza de Arturo Ripstein; “Lord Aliquis y Miss Cascade”, sobre la “geografía pasional”, y precedido de la cita legendaria de Petrus Borel: “Necesito una enorme suma de libertad”; “La cabeza de Medusa”, sobre el “automatismo radical” de Hervé Delabarre; o unos incisivos fragmentos de “Lenguas y caricias”, con una embestida al pedante Roland Barthes y una exaltación de la magnificencia de Saint-Pol Roux, polo opuesto a la falta “de vida, de sangre y de savia” de la poesía moderna “tal y como se despacha en las revistas o en los libros actuales”.
Anotemos también la estupenda presentación que hace al clásico de Onslow-Ford sobre su maestro Tanguy (Yves Tanguy et l’automatisme, 2002). Pero muy pronto, a propósito de Les nuits du veilleur de nuit, volveremos a hablar de Jean-Pierre Guillon, sobre quien además remitimos a esta bella evocación:

Hervé Télémaque, C.L.H.

La entrada –simpatizante– que dedicamos a Hervé Télémaque en Caleidoscopio surrealista ya necesita ser actualizada, con un último párrafo:
“En 2006 se convierte en Caballero de la Legión de Honor, y en 2012 evoca en la revista comunista ContreTemps a su viejo amigo Jorge Camacho de un modo no solo estulto, sino además abyecto”.
Recordemos estas palabras de Marcel Mariën en el n. 5 de Les Lèvres Nues, hace ahora exactamente 40 años:
“Se ha señalado ya la importancia de la televisión en el arte de iluminar los móviles ocultos de aquellos que sorprende hablando, pensando. Nada escapa, al parecer, a esa luz cruda, a ese engrosamiento. Así, en una emisión sobre el surrealismo, se ha podido observar que si Matta no es más que un payaso simpático y sin peligro, Wifredo Lam y Joan Miró (ese «pedo de luz», como lo había llamado antaño Max Ernst) son dos prodigiosos cretinos. Viéndolos afanarse así, estupefactos ante el desierto infinito del color y de la forma, aplastados bajo su yugo, literalmente de rodillas, cómo nos sentíamos lejos de la libertad surrealista, aislada y proclamada por Nougé, al contrario de esas «miserables servidumbres del obrero con la materia que maneja»”.
Titulaba esta nota Marcel Marïen “Repeticiones”, y venía en una divertida sección de su revista, de título “Crónica de las ocasiones”. Ya no hay un Marïen que haga unas crónicas tan lúcidas y aceradas, y de un humor tan altivo, característicamente surrealista. Pero las “repeticiones” son eternas, y también habría que decir que no solo la televisión ilumina los móviles ocultos y engorda las cosas hasta su evidencia, sino que lo mismo ocurre cuando un artista (o un escritor, claro está) se brinda –y cómo gusta eso– a una entrevista cualquiera, no necesariamente televisiva, o a alguna “reflexión” sobre su “obra”, o como en esto caso, sobre la obra y la figura de un amigo o colega –de preferencia, difunto.
Entonces, el tal artista, poeta, novelista o incluso ensayista, que quizás hasta sea extraordinario en su labor, revela de pronto su indigencia intelectual, o su bajeza constitutiva. Claro que hay casos en que tales características no necesitan de esa oportunidad para manifestarse: se me ocurre ahora como ejemplo el premio Nobel español Camilo José Cela, siempre espantoso, o el más reciente premio Nobel portugués José Saramago, tan atroz escribiendo indigestas novelas como vomitando un espeluznante diario como respondiendo a las preguntas de un periodista cualquiera, televisivo o no. Pero ahí los casos no podría contarlos ni el hombre de los mil dedos.
ContreTemps, “revista de crítica comunista”, dedica en su número de enero un apartado de evocación a Jorge Camacho, consistente en sendas respuestas de Jean Terrossian y de Hervé Télémaque. Lo coordina Gilles Bounoure, de quien siempre hemos tenido muy buenas referencias, para ahora encontrárnoslo en esta jaula prestándose a la turbia jugada. Pues lo primero que uno se pregunta es qué interés puede tener el artista Jorge Camacho para una revista de esta índole, cuyo encabezamiento de este número se dedica a las elecciones nacioanales francesas en la eterna “crisis del capitalismo” y a la camarada Rosa Luxemburgo. Como no sea, evidentemente, que Jorge Camacho fue un constante detractor de la dictadura comunista instalada en su país.
Aquí entran en acción estas cuatro páginas sórdidas que nos brinda Hervé Télémaque, donde no faltan los chismes y las banalidades, como la del “pathos hispánico” que tendría el artista cubano o la de que necesitaba actividades que lo ocuparan porque “no tenía hijos”. La pintura de Camacho no le gusta porque estaba llena de “cadáveres”, como si Télémaque no supiera distinguir entre los cadáveres y los esqueletos.
En el meollo de la cuestión, Télémaque, por un lado, condena el surrealismo de Camacho, y por otro tiene la desvergüenza de asociarlo... al fascismo. Lo segundo, por su carácter siniestro, es más grave que lo primero, pero empecemos con lo del surrealismo.
Para Télémaque había en Camacho “un formalismo surrealista”. Camacho se daba cuenta de que, a causa de ello, “no se encontraba en el campo de la modernidad”, y sabía, desde los años 70, que se iba a quedar “en la marmita surrealista”. Gran tragedia: “no ocuparía la escena internacional”. Y aquí es donde las “repeticiones” del amigo Marïen se me vinieron a la cabeza, o no revelara Télémaque en plenitud, con estas palabras, lo que ha sido y es el deshonor de los artistas.
Télémaque, tan oportunista como para preocuparse, antes que nada, del “campo de la modernidad” y de la “escena internacional” –espacios mercaderes de interés e importancia nulos, en efecto, para el surrealismo, como lo es la “carrera artística” a que él también se refiere–, sabe que escribe, o habla, para una revista “comunista”. No le cuesta nada llamar a la dictadura cubana “revolución castrista”, pero va mucho más allá. Así, afirma que en los años 70 descubrió en Camacho “aspectos un poco fascistoides, digamos «extremistas», que ha podido desarrollar bajo la influencia de ciertos amigos o a partir de la alquimia”. Extremismo parece ser para él fascismo (la relación aparece en otro lugar de sus expectoraciones), y quisiéramos saber qué conexión encuentra entre la alquimia y el fascismo –de nuevo aquí la “luz cruda” de que habla Mariën resulta implacable. Pero hay más: él vio pasar a Camacho del “anticapitalismo antirreligioso” a un “giscardismo un poco fascistoide”. Esto lo lleva a una emocionante reflexión:
“Asombra observar el éxito del fascismo cerca de los artistas, la fascinación que ha ejercido en tantos de ellos. Si yo hubiera vuelto a La Habana, me hubiera pasado quizás como a Ezra Pound, ¡el fascismo me habría podido animar!”.
¿Vale la pena continuar?
Pude tratar a Jorge Camacho cuando vino a Tenerife para el congreso “Surrealismo Siglo 21”. Hablé largamente con él, y además conozco toda su obra y todas sus declaraciones. Ni que decir tiene que jamás he apreciado ni un átomo de fascismo en Jorge Camacho. Télémaque habla de su “orgullo colosal”, pero ¿cómo es posible que aquello que me llamara más la atención en él fuera su sencillez, su llaneza, su ausencia absoluta de divismo o de engreimiento? Dice Télémaque que ese orgullo no existía con “los miembros de la fraternidad surrealista, donde practicaba el culto de la amistad”, pero, aparte ser de lo más natural que practiquemos el culto de la amistad con quienes nos son cercanos y afines, esa ausencia de orgullo no la aprecié menos en su trato con personas que no tienen nada de surrealistas y con quienes pasamos unos días memorables, desde el organizador del evento, Domingo-Luis Hernández, hasta el ventero y los vecinos de Afur, un remoto caserío de la cordillera de Anaga.
Es divertido, por último, ver a Télémaque asombrarse con el “éxito” que el fascismo ha tenido entre los artistas y escritores, cuando más escandalosa, cuantitativa y cualitativamente hablando, ha sido la complicidad con la monstruosidad comunista (estalinista, maoísta, castrista, etc., etc.) –de la que no le dice ni pío a la revista “de crítica comunista” para la que habla. Hasta el punto de que, por lo que se refiere al propio surrealismo, que nunca ha dejado de exaltar la libertad, ha podido haber, por desgracia, surrealistas estalinistas, como un Nougé o un Scutenaire (nunca en París), mientras que jamás ha habido un surrealista fascista, pues ambas condiciones se excluían automáticamente. Hablar de fascismo para referirse a Jorge Camacho es tan calumnioso que Hervé Télémaque se nos descalifica a perpetuidad.
Ya en 1977, Télémaque afirmaba, hablando por todos en vez de hacerlo solo por él, que “el ego soberano tiene siempre junto a sí a un traidor, siempre somos traidores de alguien”. Pero no sabemos exactamente lo que hay detrás de este dechado de bilis y mala fe. ¿Envidias? ¿Viejas rencillas? ¿Simple mezquindad? ¿Senilidad? Quizás sobre todo lo último, porque no detectamos, en la larga entrevista de 1991 que reprodujo el catálogo del Ivam, nada de lo que ahora sale aquí a flote. Para Télémaque, Camacho buscaba una identidad, y eso lo llevó, al final de su vida, “a disfrazarse de burgués sevillano o de aristócrata”. Llevado de la curiosidad, quise saber en la red de qué se habría disfrazado últimamente Hervé Télémaque. Y me encuentro, en el capítulo de honores y distinciones de su propia página, con que, en 2006, fue ordenado Caballero de la Legión de Honor, que aunque a los franceses quizás no les suene a rayos, para nosotros evoca los crímenes de las incontables colonizaciones europeas. Una distinción carroñera donde las haya. Y de sabor imposible que más fascista.
André Breton decía de un tipo de individuos bastante comunes: “Es un cretino o un canalla, que es lo mismo”. En el caso que nos ocupó, y que para nosotros ya descansa en paz, la “luz cruda” de la “revista de crítica comunista” ha aportado a la fila interminable un nombre con el que no contábamos.

Infosurr, nn. 96 y 97


Gracias a Infosurr descubrimos muchas cosas que de otro modo se nos escaparían, amén de encontrarnos, por lo que se refiere a las publicaciones y exposiciones de que sí tenemos noticia, con reseñas competentes y enriquecedoras.
Estos dos números han aparecido en simultáneo, pero aún falta mucho para que la publicación se ponga al día.
Dominique Rabourdin, siempre muy agudo, se ocupa por extenso de tres libros. El primero es una biografía de Philippe Soupault por Béatrice Mousli, poco interesante para nosotros, ya que el Soupault que concierne al surrealismo es el que va de 1917 a 1926 –el resto es literatura. En cuanto a un nuevo libro sobre Cravan, las referencias que tenemos de su autor, perpetrador previo de una obra sobre Vaché en que lo oponía a Breton, no lo hacen apetecible. Mejor releer a Cravan, ejercicio siempre saludable. En tercer lugar, Dominique Rabourdin se ocupa por fin de un gran libro: Memorabilia. Dada & Surrealism. 1916-1970 de Georges Sebbag, visto como un “paseo iniciático”. Llegamos a tiempo de ver y leer esta admirable obra, que pudo ser citada en varios puntos de Caleidoscopio surrealista. No ocurrió ya lo mismo con Potence avec paratonnerre. Surréalisme et philosophie, la tercera obra absolutamente extraordinaria de Sebbag, tras Le point sublime y Memorabilia. La reseña de Dominique Rabourdin es tan entusiasta como impecable. Memorabilia, libro bellísimo, ha sido editado en el Cercle d’Art.


Los magníficos Écrits de Adrien Dax son comentados por Jerôme Duwa, como siempre muy acertado (aunque a la vez, como siempre, machacándonos con la vulgata schusteriana). Una pequeña publicación sobre Joseph Cornell es recomendada por Gérard Durozoi: Alchimie de brocante. L’art de Joseph Cornell, de Charles Simic; Durozoi, crítico de nuestra entera confianza, la distingue de las habituales disquisiciones universitarias, así que a por ella iremos. Una página del n. 96 está dedicada a Jean-Claude Silbermann, de quien es la ilustración de portada; señalemos la publicación de L’Énigmate précédé de Revenants, dos cortos textos, cuento el primero y reflexión sobre los aparecidos el segundo.
La reseña más enojada la hace Laurens Vancrevel, al ocuparse del diccionario surrealista de Keith Aspley. En efecto, se trata de una obra muy desigual, cuyo principal interés estaría en algunos datos que aporta. Vancrevel advierte lo mismo que había yo advertido: Aspley aprovecha el libro sobre las mujeres del surrealismo de Penelope Rosemont, y de manera tan abusiva e indiscriminada como para que –no sabemos si buscando la “paridad”...–, resulten auténticos dislates, tal la presencia de la primera mujer de Octavio Paz (¡!) y la ausencia nada menos que de Gómez-Correa, o la presencia de la episódica Leila Lima y la ausencia de una figura capital como Sergio Lima y su medio siglo de surrealismo.


Richard Walter da cuenta de la edición alemana de Je ne mange pas de ce pain-là, con el dossier de respuestas a la encuesta formulada por Heribert Becker a fines de los 90, entre las que destacan las de Laurens Vancrevel, Franklin Rosemont, Rik Lina, Hervé Delabarre, Jean-Clarence Lambert, Alain Joubert y Guy Cabanel. La edición alemana, con respecto a la de Syllepse, suma una respuesta gráfica cómica de Fernando Arrabal y la de Zuca Saldanha, que lamentamos no poder leer. La principal aportación está sin duda en los dibujos que acompañaban la respuesta de Rik Lina, eliminados en Syllepse. Son tres, y aquí vemos dos:


Pasemos al capítulo de exposiciones, sobre todo cuando tienen publicación valiosa correspondiente. Michel Remy, principal especialista en el surrealismo británico, nos pone al día con dos catálogos que merecen considerarse, uno de la exposición de Leeds “British surrealism in context”, hecha a partir de una colección, y otro sobre la de obras surrealistas en los museos de Escocia, “Another world”. El primero contiene textos de Silvano Levy y del propio Remy, además de un trabajo sobre los surrealistas actuales del grupo de Leeds. Una amiga de dicho grupo, Kathleen Fox, ha realizado una serie de composiciones inspiradas en los objetos del Museo Freud y que ha titulado “Los espacios del inconsciente”; Richard Walter comenta el pequeño catálogo, que lleva textos de Krzysztof Fijalkowoski y Michael Richardson. Resaltemos también las fotos del País de Gales realizadas por John Welson, que las expuso el verano de 2009 en el museo Radnorshire de Powys.
Por último, Richard Walter hace una feliz nota a la exposición que hizo en la Fundación Eugenio Granell Guy Ducornet. Con el título de Retrovisions, el catálogo lleva un iluminador ensayo de Sergio Lima: “El vidente, el camino y el laberinto o las muchas artes del pintor-viajero Guy Ducornet”. Una de las obras expuestas fue “Night & day” (2005, acrílico/madera):

Breves

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Ya hace algunas semanas llamamos la atención sobre el valioso libro de Patrick Lepetit Le surréalisme. Parcours souterrain. El autor habla de él en una breve entrevista publicada en La Voix du Nord. En ella señala: “Los surrealistas no son muy numerosos, solo algunas centenas en un siglo, en el mundo entero. Muchos han muerto olvidados. Se olvida a menudo que el surrealismo es un modo de vida y de pensamiento. Algunos surrealistas menos conocidos del gran público no son menos importantes”. Lepetit desarrolla en su libro algunos de los aspectos menos tratados del surrealismo, abundando sobre todo en su conexión con “los movimientos esotéricos que lo han precedido”. Por desgracia, la citada entrevista ya no se localiza en la fantasmal red.
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Nos llega esta preciosa y flamante colaboración entre dos nombres centrales del surrealismo en las últimas décadas: John Welson, en el País de Gales, y Jorge Kleiman, en Argentina: Título: "Warching the end", acrílico sobre papel:


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El colectivo Cabo Mondego Section of Portuguese Surrealism continúa en ebullición. El 1 de mayo pasado llegó al Cabo Mondego Michael Vandelaar, figura central del movimiento en Australia, y durante tres días no cejó la actividad internacional que caracteriza a esta punta de lanza del surrealismo. Señalemos además la actualización de la página http://www.deboutsurloeuf.blogspot.com. Y veamos este díptico hecho caóticamente a 8 manos (Pedro Prata, Michael Vandelaar, Miguel de Carvalho y Rik Lina):

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Como ya indicamos al reseñar el último número de L’impromptu, han aparecido simultáneamente dos publicaciones complementarias de Jacques Lacomblez y Laure Missir. Presque rien (Mélanges légers), de Lacomblez, es ilustrado por Laure Missir, mientras que La lumière change de robe se compone de poemas de Laure Missir escritos “en eco” a obras de Lacomblez.