miércoles, 11 de enero de 2012

Thomas de Quincey y el surrealismo

El surrealismo ha admirado siempre a Thomas de Quincey. Breton lo incluye con todos los honores en la Antología del humor negro, señalando que “nadie ha mostrado más profunda compasión por la miseria humana” y que “no hubo nunca mayor discutidor de las reputaciones establecidas”, citando a este respecto este bello pasaje suyo, con el que cierra su nota: “Generalmente, los escasos individuos que han provocado mi repugnancia en este mundo eran gentes florecientes y de buena reputación. En cuanto a los pillos que he conocido, y no son pocos, pienso en ellos, sin excepción, con placer y benevolencia”.
En el prefacio del catálogo de la exposición surrealista internacional de 1947, Breton explica que “más que nunca pide ser salvada esa «idea de la grandeza que, dice Thomas de Quincey, yace en potencia en los sueños del hombre»”, y cita en seguida un tan extenso como soberbio pasaje de Suspiria de profundis, contra la gregarización del hombre europeo y sus efectos nefastos sobre la vida cotidiana y onírica, considerando que “no se reflexionará nunca lo suficiente sobre estas ideas”.
En 1948, Hans Bellmer realiza la calcomanía “La pobre Ann (El ángel caído)”, para un proyecto de edición de Los paraísos artificiales de Baudelaire:


En 1953, De Quincey recibe un sí unánime en la encuesta “Ouvrez-vous?” de la revista Médium (n. 1). He aquí las respuestas:
“Sí, está en su casa”. (Jean-Louis Bédouin)
“Sí, y por mucho tiempo”. (Robert Benayoun)
“Sí, y no puede ser de modo más caluroso”. (André Breton)
“Sí, por afinidades electivas”. (Elisa Breton)
“Sí, para escucharlo soñar”. (Adrien Dax)
“Sí (gran simpático)”. (Georges Goldfayn)
“Sí, con el placer más desprovisto de reservas”. (Julien Gracq)
“Sí, como a mi hermano”. (Gérard Legrand)
“Sí, con una exclamación de alegría” (Simon Hantaï)
“Sí, para mejor situar su obra”. (Wolfgang Paalen)
“Sí, para oírlo hablar de Ann”. (Benjamin Péret)
“Sí, nosotros mataremos el tiempo”. (Jose Pierre)
“Sí, en mi casa está en su casa”. (Jean Schuster)
“Sí, con emoción”. (Anne Seghers)
“Sí, para soñar con él”. (Toyen)
“Sí, los dos llenaremos de humo los ángulos demasiado agudos del salón” (Michel Zimbacca)
Si la respuesta más banal es la de Jose Pierre, la que nos gusta más es la de Benjamin Péret, evocando a la maravillosa figura femenina que ya había inspirado a Bellmer.
Los únicos visitantes que recibieron un sí unánime fueron –aparte De Quincey– Baudelaire, Carolina de Günderrode, Gustave Moreau y Novalis, a los que puede sumarse Nerval, ya que la única negativa es de Goldfayn, pero “por inquietud”. Este juego es también interesante por lo que dice de los propios participantes y por revelar muchas discrepancias entre los surrealistas parisinos, frente a la tendencia a verlos monolíticamente. Pero aún nadie lo ha estudiado.
En 1967, Georges Malkine, al realizar sus “Moradas”, no olvida a Thomas de Quincey, con quien además compartía el amor del opio. Aquí la tenemos, con forma quizás de cachimba para ese material:


Ya en 1977, Maninha Cavalcanti, cercana al grupo surrealista brasileño, ha ilustrado las Confesiones de un comedor de opio.