miércoles, 7 de diciembre de 2011

Lou Dubois: “Images, mages révélés”


Una nueva exposición de cajas y collages de Lou Dubois, en la galería parisina Les Yeux Fertiles –abierta del 9 de diciembre al 14 de enero–, ha originado un bello catálogo en que se reproducen 26 de las 80 obras expuestas. Se trata del catálogo n. 14 de la galería de la Rue de Seine, que en una década nos ha ofrecido, en formatos dispares, bellas publicaciones de Erro, Lacomblez, Toyen, Baj, Malkine, Sima, Joaquín Ferrer, Mimi Parent (una maravilla absoluta), Yoshiko, Fred Deux, Lepri, Coutaud y Olivier O. Olivier.
Algunas de las obras llevan un texto del autor, habiendo nosotros elegido para su traducción el que refiere el “nacimiento” de una de las cajas, como nos hubiera gustado traducir también el que acompaña “La recherche des pôles”, con su sabor de aventuras viajeras a lo Julio Verne o a lo Edgar Allan Poe.
Como de costumbre en Lou Dubois, abundan las referencias tanto al surrealismo como a su imaginario y a sus cercanías: Lewis Carroll, Georges Méliès, Marcel Duchamp, Hans Bellmer, André Breton, Avida Dollars, Maurice Fourré, Max Ernst... También nuestro amigo Baudelaire marca su presencia, en la impresionante caja “Nymphée de voyage”.
Los recuerdos y las emociones de la infancia conforman no pocas de estas creaciones, pero siempre con la imaginación y el humor eludiendo todo sentimentalismo, aparte el erotismo de imágenes espléndidas como la intraducible “Des seins animés”, que preside el rinoceronte de Lautréamont y Ted Joans.


La “Caja de las tijeras”, que todo collagista podría componer, hay que aproximarla a una obra de Guy Ducornet, otro ilustre autor de collages (muy diferentes por cierto a los de Lou Dubois): “Dream scissors”, de 1991. Otra aproximación la hace el propio Lou Dubois al referírseme a la portada de “Caleidoscopio surrealista”, o sea a la caja “Ouverture” de Óscar Domínguez: “¡Es increíble que el verano pasado haya introducido Ouverture en una caja que forma parte de Images, mages révélés!”. Se refiere a la caja “R de Paris”, donde aparece el célebre frasco aéreo duchampiano –no el de agua de violeta–, y cuyo comentario comienza Lou Dubois con estas palabras que a nosotros nos valen, en cambio, para cerrar esta nota:
“¡Qué importa el frasco, puesto que se tiene la ebriedad! ¡La ebriedad de las imágenes!”


Nacimiento de una caja
Mi mujer es de origen polaco, y desde hace tiempo queríamos ir a Cracovia. A lo largo de la ciudad, he buscado, dejando venir las cosas, recuerdos que encontrarían lugar en la caja.
En el rastro de Plac Nowy, hacía un frío siberiano, algunos vendedores salidos de cuadros de Bruegel esperaban en vano. En una de las tiendas, he comprado una llave. ¿Llave de reloj de remontar el tiempo, llave de juguete mecánico, llave de cuestiones sin respuestas...? Durante toda la estancia la he tenido en el bolsillo de mi abrigo. En una revista polaca de la que no entendía sino las imágenes, una de ellas detuvo mi atención: la misma llave que la comprada en Plac Nowy.
En Cracovia, los vendedores ambulantes de “bretzels” abundan. Una galería comercial había escogido reproducir sobre sus bolsas de papel la vieja foto de un muchacho vendedor, con su cesta llena de los grandes rosquetes de sésamo y amapola. Matrimonio del pasado y el presente. Y yo deseaba su encuentro con el niño que abre el menú del Café Camelot. Dos historias, dos infancias cracovianas. Fotos amarillentas que tapizan los muros de los cafetines iluminados con bujías y que zambullen al visitante en la memoria de la historia.
Un domingo por la mañana hemos descubierto el rastro de Grezegórzecka, donde, en un revoltijo de objetos oxidados y de baratija esparcida por el suelo, metamorfoseadas por el sol, brillaban dos lupas que me evocaron las maravillosas creaciones de Gabriela Morawetz, originaria de la Galitzia. Antes de dejar Grezegórzecka, descubrí acumulaciones de pequeños relojes femeninos en cajas de cartón, a medio camino de Arman y Boltanski. Pese al frío que entumecía mis dedos, con toda calma elegí cinco de ellos. El tendero me miraba con extrañeza.
¡Todos los elementos estaban allí! Dejé entonces rodar por mi cabeza diferentes composiciones posibles. A los dos días de nuestro regreso a París, de las siete al mediodía, hice Yo no olvidaré jamás!, mientras escuchaba la música del Quartet Klezmer Trio, que todas las noches tocaba en el Klezmer Hois. Volviendo a pensar en el café Alchemia, me vino la idea de pintar en negro, sobre el cristal, un pequeño cuadro
de ángulos redondeados como sobre las vitrinas de este establecimiento que da sobre la calle Estery.
¡Que haya un poco de misterio de Cracovia en esta caja! Caja de kantor en el sentido de caja de cambio. Las agujas de los relojes se convierten en pájaros y vuelen en la caja del tiempo suspendido.